martes, 11 de febrero de 2020

DOS MUJERES SENTADAS EN UN AVIÓN Una tragedia clásica





DOS MUJERES 
SENTADAS EN UN AVIÓN

Tragedia clásica en dos actos



PRIMER ACTO
Dos mujeres sentadas en una cafetería. Se acerca el camarero.
CAMARERO: Buenas tardes señoritas, ¿Qué desean tomar?
ÁNGELA: Querría un frappuccino.
CAROL: Yo tomaré un café solo.
CAMARERO: De acuerdo, ahora mismo se los traigo. (Sale.)
CAROL: Espero que sepan hacer buen café…
ÁNGELA: Es una de las cafeterías más famosas de la ciudad, tampoco necesitan un doctorado para prepararlos.
CAROL: Cuidadito con el tono.
ÁNGELA: Pero si solo bromeaba, baja los humos. 
Entra el camarero con las bebidas.
CAMARERO: Aquí tienen su pedido, señoritas. 
AMBAS: Muchas gracias.
Se miran fijamente durante unos segundos. Carol da un sorbo a su café y pone cara de disgusto.
CAROL: Menuda mierda ¡No pueden ni preparar bien ni un simple café!
ÁNGELA: Tranquilízate, no puede ser para tanto. (Prueba la bebida.)
ÁNGELA: Eres una exagerada, no sabe tan mal. 
CAROL: Lo que tú digas, pero no pienso pagar por esto.
ÁNGELA: Puedes tomarte el mío si quieres.
CAROL: Espero que este sepa mejor. (Se moja los labios). 
ANGELA: Te ha gustado, deja de hacerte la dura.
CAROL: No pienso darte el gusto de admitirlo.
ÁNGELA: Ya, pues más te vale darme las gracias, porque me apetecía más mi frappuccino.
CAROL: En la Illa de Barcelona hacen un café mejor, cómo me apetecería estar allí. 
ÁNGELA: Yo iba a ir a un pueblo, cerca de Barcelona, llamado Corbera y por culpa del accidente estamos aquí. 
CAROL: No me hables de eso, ha sido un mal trago que no me gustaría repetir, aún me tiemblan las manos al recordar. 
ÁNGELA: ¿Por qué no quieres hablar del tema? ¿Acaso le has cogido miedo a volar?
CAROL: No te metas en mis asuntos.
ÁNGELA: Hablar de las cosas no es malo, es mejor que guardárselo.
CAROL: ¿No pararás hasta que lo suelte, verdad?
CORO: Las dos mujeres tienen caracteres opuestos, pero les une un mismo hecho. Una de ellas es fría y cortante y la otra tiene una actitud cálida.
ÁNGELA: (Apoya un brazo sobre la mesa y deja descansar la cabeza mirando a Carol fijamente a los ojos.) Vamos, sé que lo acabarás soltando.
CAROL: Supongo que no habrá más remedio. El caso es que la idea de volar me aterra, pero desde hace tiempo, solo que ahora mi miedo ha aumentado. 
ÁNGELA: Bueno, el accidente ha causado efectos en ti, no cabe duda. 
CAROL: Soy consciente de ello. Antes me ponía nerviosa unas horas antes de volar, pero se me pasaba en el momento en el que me sentaba dentro del avión. Es como si hubiera perdido la confianza.
ÁNGELA: Entiendo lo que quieres decir. Yo también me suelo poner nerviosa antes de subir, pero me dura poco tiempo, ya que me convenzo a mí misma de que no pasará nada. 
CAROL: Creo que tenemos puntos de vista diferentes. 
ÁNGELA: Yo creo que a pesar de lo que nos ha pasado, hemos tenido la suerte de sobrevivir y eso no significa que debamos desconfiar de los aviones porque son de los transportes más seguros.
CAROL: Si uno de esos cacharros ha fallado una vez ¿Por qué no otra? 
ÁNGELA: Si todo el mundo pensara de esta manera, nadie saldría de su casa.
CAROL: Prefiero pensar así y estar a salvo, que pensar como tú. 
ÁNGELA: ¿A qué le temes tanto? 
CAROL: Temo no cumplir las metas de mi vida, no llegar a cumplir mis sueños, no acabar mi vida como deseo. Temo la muerte. Este accidente ha dejado marcas en mí de una forma permanente. Hay momentos en los que vienen a mi mente imágenes del desastre que no me dejan tranquila y perturban mis sueños.
ÁNGELA: Todo está en tu subconsciente, te creas problemas innecesarios ¿No ves que te estás haciendo daño a ti misma? 
CAROL: Supongo que me hago esto por instinto de supervivencia.
ÁNGELA: No estás viendo el lado positivo. ¡Estás viva! Eso es lo que realmente importa.
CAROL: Desde el día de lo sucedido ya no me siento viva, no como, no duermo, ya no soy la misma. Me siento dividida, por una parte, dentro de mí quiero superar esto, pero el miedo a morir me atormenta. 
  
SEGUNDO ACTO
Las dos mujeres continúan sentadas en la cafetería.
CAROL: A veces pienso en cómo sería todo, si dejase de escribir canciones que hablan de historias que nunca voy a vivir. En sí, todo lo que soy lo soy por ser. Tengo miedo. Pienso en dejar de regar mis plantas del Ikea, pero no soy capaz de pensar que ellas son, sin que yo les haga ser. Soy de hablar bajito cuando hay algo que decir, porque pienso que si grito nadie me va a oír, soy de escribir todo lo que pienso, un cuento inacabado. Pero ¿y si dejo de ser para volver a empezar?
ÁNGELA: Dejar de ser, para qué, si puedes ser lo que quieras, y aun dejando de ser seguirás siendo algo, todo es tan relativo, a veces paseo, miro el cielo, tonos grises a mi alrededor, las nubes me tapan la luz dorada, pero se abre paso ese pequeño rayo de luz, insignificante como cada uno de nosotros en el universo, pero que da esperanza, fuerza, vida, como una persona más. Pienso en cómo se abre camino hacia mí y me hace sentir acompañada, incluso estando sola, me hace pensar que estoy conmigo misma y eso me llena de orgullo para seguir hacia delante.
CAROL: Muchas veces creo que la vida es injusta. A diario se nos presenta el dolor como una dosis obligatoria. Una vez leí un proverbio indio que se convirtió en mi favorito: «Todos deberíamos estar libres de sufrimiento». Tal vez solo eso ya sería necesario para alcanzar paz y felicidad.
ÁNGELA: ¿Sabes cuál es la verdadera clave de la felicidad? Se resume en una sola palabra: «Agradecer». Si lo agradecemos todo, tendremos siempre más razones para sonreír que para llorar. En la vida de todos siempre habrá más bendiciones, tú al igual que todos también tienes una vida, y verás cómo se dispara en tu rostro una sonrisa y se posará en tu ser la ilusión.
CAROL: La ilusión que todos tienen se posó en mí como depresión. Las sonrisas fueron llantos, y es que solo yo sé lo que he sufrido, y nadie va a saber lo que he pasado, ¿o quizás sí? Lo que no entenderían es el cómo, a mucha gente no le afectan los problemas, los sabe afrontar debidamente, pero… uno detrás de otro agota, sin tiempo para respirar, tan intenso, que a veces te quieres dejar llevar, sin resistirte, para acabar ahogándote. Tus noches de fiesta, para mí fueron días grises, y tus días soleados, para mí solo fue otro de los llantos del mismísimo sol, al cual yo no estoy dispuesta a escuchar, prefería quedarme sola, porque soy la única que todavía no me he fallado, y si dejara de ser yo, sí que sería un fallo.
ÁNGELA: Si solo dejas de mirar la parte negativa de las cosas y sigues mi consejo, verás cómo todo será muy diferente, pues todos hemos pasado por cosas difíciles en la vida, pero hay que saber mirar la otra cara de la moneda y superar todo lo que nos hace sentirnos mal, esa es la única forma de realmente aprovechar esta segunda oportunidad que tenemos. Tú, a pesar del dolor, sabes que haber sobrevivido al accidente ha sido un milagro.
CAROL: Si los milagros existiesen, todo esto no hubiera pasado, lo único real es la muerte, gracias a tu supuesto «milagro», la he podido besar.
ÁNGELA: Pero no lo has hecho a pesar de que lo más probable era que lo hicieras. Eso es lo que deberías valorar.
CAROL: No puedo valorar algo que me ha quitado lo que tanto ansiaba, que todo acabase, que el rayo de luz que a ti te ilumina a mí solo me apaga.
ÁNGELA: Quizás el rayo que se dice que me ilumina es lo que tú tanto ansías?
CAROL: ¿Qué?
ÁNGELA: ¿Cómo te encuentras?
CAROL: Confusa, tengo lagunas desde el accidente… 
ÁNGELA: Yo también, se me mezclan recuerdos, imágenes que no puedo borrar, creo que tendríamos que llamar a un amigo que sabe mucho de estas cosas...
CAROL: Lo podemos intentar…
ÁNGELA: Vamos, verás cómo te encontrarás mejor.  
CORIFEO: Hola, Carol. ¿Cómo te encuentras?
CAROL: ¿Tú que crees?
ÁNGELA: Tranquilízate, Carol, solo está aquí para ayudarte.
CAROL:  Perdóname, seré más amable…
CORIFEO: Te lo agradezco.
ÁNGELA: Luego nos tomamos un batido de esos que nos gustan.
CAROL: Esta vez, Ángela, prometo no robarte tu batido…
CORIFEO: ¿Robarte? No te entiendo. ¿Quién es Ángela?
CAROL: La que está sentada aquí, a mi lado. ¿No la ves?
CORIFEO: ¿Cómo dices?
CAROL: Disculpa, estaba hablando con Ángela…
CORIFEO: ¿Con qué Ángela?  Mmmm, Carolina, aquí no hay nadie, solo estamos tú y yo.
CAROL: ¿Ángela? ¿dónde te has metido?
CORIFEO: Mira, Carol, tranquilízate. Cuando he llegado, hace un momento estabas sola. Tu amiga se habrá ido un rato antes. ¿Se llama Ángela? Qué casualidad, ¿verdad? Igual que Ángela. Ángela Sánchez, la mujer que viajaba a tu lado el día del accidente. Su cuerpo protegió al tuyo. ¿Has encontrado otra amiga con el mismo nombre? 
CORO: Cuando la luna y las estrellas comparten plano aparece una pequeña luz que acompaña a las dos mujeres que aguardaban en el aeropuerto de Barajas a que despegara el vuelo 5022 de Spanair que debería haber tomado tierra en Gran Canaria.


Autoría colectiva de 
Misuko C., Eric M., Sara B., Genís G. y Fabián E.