DOS MUJERES
SENTADAS EN UN AVIÓN
Tragedia clásica en dos actos
PRIMER ACTO
Dos mujeres sentadas en
una cafetería. Se acerca el camarero.
CAMARERO: Buenas tardes
señoritas, ¿Qué desean tomar?
ÁNGELA: Querría un
frappuccino.
CAROL: Yo tomaré un café
solo.
CAMARERO: De acuerdo,
ahora mismo se los traigo. (Sale.)
CAROL: Espero que sepan
hacer buen café…
ÁNGELA: Es una de las
cafeterías más famosas de la ciudad, tampoco necesitan un doctorado para
prepararlos.
CAROL: Cuidadito con el
tono.
ÁNGELA: Pero si solo
bromeaba, baja los humos.
Entra el camarero con
las bebidas.
CAMARERO: Aquí tienen su
pedido, señoritas.
AMBAS: Muchas gracias.
Se miran fijamente
durante unos segundos. Carol da un sorbo a su café y pone cara de disgusto.
CAROL: Menuda mierda ¡No
pueden ni preparar bien ni un simple café!
ÁNGELA: Tranquilízate,
no puede ser para tanto. (Prueba la bebida.)
ÁNGELA: Eres una
exagerada, no sabe tan mal.
CAROL: Lo que tú digas,
pero no pienso pagar por esto.
ÁNGELA: Puedes tomarte
el mío si quieres.
CAROL: Espero que este
sepa mejor. (Se moja los labios).
ANGELA: Te ha gustado,
deja de hacerte la dura.
CAROL: No pienso darte
el gusto de admitirlo.
ÁNGELA: Ya, pues más te
vale darme las gracias, porque me apetecía más mi frappuccino.
CAROL: En la Illa de
Barcelona hacen un café mejor, cómo me apetecería estar allí.
ÁNGELA: Yo iba a ir a un
pueblo, cerca de Barcelona, llamado Corbera y por culpa del accidente estamos
aquí.
CAROL: No me hables de
eso, ha sido un mal trago que no me gustaría repetir, aún me tiemblan las manos
al recordar.
ÁNGELA: ¿Por qué no quieres
hablar del tema? ¿Acaso le has cogido miedo a volar?
CAROL: No te metas en
mis asuntos.
ÁNGELA: Hablar de las
cosas no es malo, es mejor que guardárselo.
CAROL: ¿No pararás hasta
que lo suelte, verdad?
CORO: Las dos
mujeres tienen caracteres opuestos, pero les une un mismo hecho. Una de
ellas es fría y cortante y la otra tiene una actitud cálida.
ÁNGELA: (Apoya un
brazo sobre la mesa y deja descansar la cabeza mirando a Carol fijamente a los
ojos.) Vamos, sé que lo acabarás soltando.
CAROL: Supongo que no
habrá más remedio. El caso es que la idea de volar me aterra, pero desde hace
tiempo, solo que ahora mi miedo ha aumentado.
ÁNGELA: Bueno, el accidente
ha causado efectos en ti, no cabe duda.
CAROL: Soy consciente de
ello. Antes me ponía nerviosa unas horas antes de volar, pero se me pasaba en
el momento en el que me sentaba dentro del avión. Es como si hubiera
perdido la confianza.
ÁNGELA: Entiendo lo que
quieres decir. Yo también me suelo poner nerviosa antes de subir, pero me dura
poco tiempo, ya que me convenzo a mí misma de que no pasará nada.
CAROL: Creo que tenemos
puntos de vista diferentes.
ÁNGELA: Yo creo que a
pesar de lo que nos ha pasado, hemos tenido la suerte de sobrevivir y eso no significa
que debamos desconfiar de los aviones porque son de los transportes más
seguros.
CAROL: Si uno de esos
cacharros ha fallado una vez ¿Por qué no otra?
ÁNGELA: Si todo el mundo
pensara de esta manera, nadie saldría de su casa.
CAROL: Prefiero pensar
así y estar a salvo, que pensar como tú.
ÁNGELA: ¿A qué le temes
tanto?
CAROL: Temo no cumplir
las metas de mi vida, no llegar a cumplir mis sueños, no acabar mi vida como
deseo. Temo la muerte. Este accidente ha dejado marcas en mí de una forma permanente.
Hay momentos en los que vienen a mi mente imágenes del desastre que no me dejan
tranquila y perturban mis sueños.
ÁNGELA: Todo está en tu
subconsciente, te creas problemas innecesarios ¿No ves que te estás haciendo
daño a ti misma?
CAROL: Supongo que me
hago esto por instinto de supervivencia.
ÁNGELA: No estás viendo
el lado positivo. ¡Estás viva! Eso es lo que realmente importa.
CAROL: Desde el día de
lo sucedido ya no me siento viva, no como, no duermo, ya no soy la misma. Me
siento dividida, por una parte, dentro de mí quiero superar esto, pero el miedo
a morir me atormenta.
SEGUNDO ACTO
Las dos mujeres
continúan sentadas en la cafetería.
CAROL: A veces pienso en
cómo sería todo, si dejase de escribir canciones que hablan de historias que
nunca voy a vivir. En sí, todo lo que soy lo soy por ser. Tengo miedo. Pienso
en dejar de regar mis plantas del Ikea, pero no soy capaz de pensar que ellas
son, sin que yo les haga ser. Soy de hablar bajito cuando hay algo que decir,
porque pienso que si grito nadie me va a oír, soy de escribir todo lo que
pienso, un cuento inacabado. Pero ¿y si dejo de ser para volver a empezar?
ÁNGELA: Dejar de ser,
para qué, si puedes ser lo que quieras, y aun dejando de ser seguirás siendo
algo, todo es tan relativo, a veces paseo, miro el cielo, tonos grises a mi
alrededor, las nubes me tapan la luz dorada, pero se abre paso ese pequeño rayo
de luz, insignificante como cada uno de nosotros en el universo, pero que da
esperanza, fuerza, vida, como una persona más. Pienso en cómo se abre camino
hacia mí y me hace sentir acompañada, incluso estando sola, me hace pensar que
estoy conmigo misma y eso me llena de orgullo para seguir hacia delante.
CAROL: Muchas veces creo
que la vida es injusta. A diario se nos presenta el dolor como una dosis
obligatoria. Una vez leí un proverbio indio que se convirtió en mi favorito:
«Todos deberíamos estar libres de sufrimiento». Tal vez solo eso ya sería
necesario para alcanzar paz y felicidad.
ÁNGELA: ¿Sabes cuál es
la verdadera clave de la felicidad? Se resume en una sola palabra: «Agradecer».
Si lo agradecemos todo, tendremos siempre más razones para sonreír que para
llorar. En la vida de todos siempre habrá más bendiciones, tú al igual que todos
también tienes una vida, y verás cómo se dispara en tu rostro una sonrisa
y se posará en tu ser la ilusión.
CAROL: La ilusión que
todos tienen se posó en mí como depresión. Las sonrisas fueron llantos, y
es que solo yo sé lo que he sufrido, y nadie va a saber lo que he pasado, ¿o
quizás sí? Lo que no entenderían es el cómo, a mucha gente no le afectan los
problemas, los sabe afrontar debidamente, pero… uno detrás de otro agota, sin
tiempo para respirar, tan intenso, que a veces te quieres dejar llevar, sin
resistirte, para acabar ahogándote. Tus noches de fiesta, para mí fueron
días grises, y tus días soleados, para mí solo fue otro de los llantos del
mismísimo sol, al cual yo no estoy dispuesta a escuchar, prefería quedarme
sola, porque soy la única que todavía no me he fallado, y si dejara de ser yo,
sí que sería un fallo.
ÁNGELA: Si solo dejas de
mirar la parte negativa de las cosas y sigues mi consejo, verás cómo todo será
muy diferente, pues todos hemos pasado por cosas difíciles en la vida, pero hay
que saber mirar la otra cara de la moneda y superar todo lo que nos hace
sentirnos mal, esa es la única forma de realmente aprovechar esta segunda
oportunidad que tenemos. Tú, a pesar del dolor, sabes que haber sobrevivido al
accidente ha sido un milagro.
CAROL: Si los milagros
existiesen, todo esto no hubiera pasado, lo único real es la muerte, gracias a
tu supuesto «milagro», la he podido besar.
ÁNGELA: Pero no lo has
hecho a pesar de que lo más probable era que lo hicieras. Eso es lo que
deberías valorar.
CAROL: No puedo valorar
algo que me ha quitado lo que tanto ansiaba, que todo acabase, que el rayo de
luz que a ti te ilumina a mí solo me apaga.
ÁNGELA: Quizás el rayo
que se dice que me ilumina es lo que tú tanto ansías?
CAROL: ¿Qué?
ÁNGELA: ¿Cómo te
encuentras?
CAROL: Confusa, tengo
lagunas desde el accidente…
ÁNGELA: Yo también, se
me mezclan recuerdos, imágenes que no puedo borrar, creo que tendríamos que
llamar a un amigo que sabe mucho de estas cosas...
CAROL: Lo podemos
intentar…
ÁNGELA: Vamos, verás
cómo te encontrarás mejor.
CORIFEO: Hola, Carol.
¿Cómo te encuentras?
CAROL: ¿Tú que crees?
ÁNGELA: Tranquilízate,
Carol, solo está aquí para ayudarte.
CAROL: Perdóname,
seré más amable…
CORIFEO: Te lo
agradezco.
ÁNGELA: Luego nos
tomamos un batido de esos que nos gustan.
CAROL: Esta vez, Ángela,
prometo no robarte tu batido…
CORIFEO: ¿Robarte? No te
entiendo. ¿Quién es Ángela?
CAROL: La que está
sentada aquí, a mi lado. ¿No la ves?
CORIFEO: ¿Cómo dices?
CAROL: Disculpa, estaba
hablando con Ángela…
CORIFEO: ¿Con qué
Ángela? Mmmm, Carolina, aquí no hay nadie, solo estamos tú y yo.
CAROL: ¿Ángela? ¿dónde
te has metido?
CORIFEO: Mira, Carol,
tranquilízate. Cuando he llegado, hace un momento estabas sola. Tu amiga se
habrá ido un rato antes. ¿Se llama Ángela? Qué casualidad, ¿verdad? Igual que
Ángela. Ángela Sánchez, la mujer que viajaba a tu lado el día del accidente. Su
cuerpo protegió al tuyo. ¿Has encontrado otra amiga con el mismo nombre?
CORO: Cuando la luna y
las estrellas comparten plano aparece una pequeña luz que acompaña a las dos
mujeres que aguardaban en el aeropuerto de Barajas a que despegara el vuelo
5022 de Spanair que debería haber tomado tierra en Gran Canaria.
Autoría colectiva de
Misuko C., Eric M., Sara B., Genís G. y Fabián E.