MEDIA DOCENA DE AÑOS
Considero que no soy amiga nata de la lectura, y que empezar
a leer no fue mi decisión del todo. Desde pequeña empecé a frecuentar bastante
la biblioteca de mi antiguo barrio, primero por la sala de juegos, donde había
enormes peluches, libros ilustrados y un suelo acolchado de colores.
Posteriormente me pasé a la sección de mangas y cómics, esto a los ocho años de
edad, acción que desencadenó mi gusto por ellos, gusto que aún perdura. A los
diez años adquirí la curiosidad y la determinación suficiente como para cambiar
de sala sin la compañía de mi madre. Recorrí la biblioteca de abajo a arriba,
desde los baños hasta el auditorio, la galería, las salas de estudio, de
informática y al llegar a sexto de primaria ya me sabía qué libros contenía
cada estantería. Iba a la biblioteca dos veces por semana, cada viernes, a
veces con un amigo o a veces sola, eso no importaba. La compañía de alguien era
un complemento secundario para pasar una buena tarde, el complemento principal
sin duda era mi imaginación demasiado activa, y no solo cuando estaba dentro de
un libro, las personas simplemente eran muebles más, en cambio, los pasillos,
las columnas de hormigón, las plantas y los tablones de madera de la terraza
que había tenían vida, me decían cosas y me hacían sentir, no solo era el libro
que me interesaba en ese momento, era el lugar y en general todos los factores
lo que le daban significado a la historia.
Mi madre fue mi instructora en el mundo de la
lectura, como también en el del cine o la pintura,pero esa es otra
historia. Ella me decía cuáles había
leído en su niñez o juventud, me decía títulos y autores y yo después inmediatamente
buscaba sobre el que más me había interesado escuchar. A partir de ahí mi
personalidad como lectora se fue definiendo para centrarme en libros ilustrados
por Benjamin Lacombe, poemas variados, y relatos de terror de escritores como
Chris Priestley o Ray Bradbury. Mi pasión por la literatura macabra y de terror
creció y de repente dejó de interesarme ojear enciclopedia o diccionarios para
solo leer lo dicho, finalmente a agotar todo un repertorio de libros que
siempre tuve claro que debía leer he
buscado nuevas opciones pero pocas me han acomodado, incluso he probado con
escritores contemporáneos pero después de haber probado la miel. ¿Quién se
conforma con azúcar?
Ana María B.
COMIENZOS EN LA LITERATURA
Mis primeros recuerdos
de lectura son prácticamente todos de mi madre. Recuerdo verla leyendo siempre
que tenía un rato libre o por las noches después de cenar, mi padre no estaba
mucho en casa debido a su trabajo, pero en las pocas ocasiones que lo veía, siempre
sostenía un libro distinto en su mano. Yo siempre les preguntaba por las historias que leían y me
encantaba escucharlas. Mi casa
siempre estuvo llena de libros, estanterías, cajones, cajas… Hasta las
mesas de toda la casa eran un buen lugar para depositarlos, y es que por aquel
entonces acabábamos de mudarnos a aquella casa. No había mucho que hacer así
que me pasaba las tardes dibujando y pintando las paredes de mi habitación.
Aún
recuerdo el primer libro que mi madre me compró, poco después de mudarnos, con
el que aprendí a leer y que todavía conservo. Era un libro con dibujos y
fotografías, todas con el nombre de los objetos debajo, la letra era cursiva
para facilitar la comprensión ya que solo tenía cuatro años, al llegar del
colegio siempre iba corriendo a leerlo.
Cuando
ya fui mayor,
desarrollé ese gusto por la lectura, leía a todas horas, las noches eran mi
momento favorito del día,
podía estar sola en un lugar cómodo y cálido. Las mañanas eran las peores
horas, peores incluso que la hora del baño por las noches. Ir al colegio no fue una
de mis mejores experiencias, muchas veces me sentía apartada, como aislada así
intentaba hacerlas lo más llevaderas posibles leyendo libros y libros de la
biblioteca escolar por debajo de las mesas en clase y en los baños en la hora
del patio.
Por
las tardes recuerdo subir a la terraza de mi casa y esconderme en el cuarto de
la lavadora para conseguir un poco de silencio, no era fácil concentrarse con
las constantes obras del piso de abajo y con mi hermana pequeña, que entonces
tenía tan solo cuatro años. Podía pasarme horas allí encerrada leyendo mis
libros favoritos; desde que aprendí a leer mi madre me había comprado infinidad
de libros infantiles pero mis favoritos eran los de Gerónimo Stilton en el Reino de la Fantasía eran magníficos, con
dibujos y letras de colores, con olores y historias impresionantes para una
niña de siete años.
Al
llegar al instituto descubrí
las “lecturas obligatorias” y también al mismo tiempo que aquellos eran los
textos más aburridas que había leído nunca. Ya no había colores, ni dibujos, solo plazos de
una semana para leer capítulos y capítulos larguísimos y acabar haciendo un
examen. Eso me
desanimó un poco la verdad, pero después de leer más de cinco lecturas
obligatorias que me parecieron las más aburridas del mundo, al fin leí el que
es hoy en día mi libro favorito: Wonder. Cada página que pasaba me
gustaba más, lo que más me gustó fueron las emociones que me hizo sentir aquel
libro. Era capaz de
reírme y no parar de llorar en un mismo capítulo, y lo más bonito para mi fue
que podía leer ese libro cuatrocientas veces seguidas y aún así seguiría
despertando aquellos sentimientos en mi.
Desde
entonces he seguido leyendo libros de diversos géneros, muchos de ellos han
sido de una plataforma llamada Wattpad en la que gente de todo el mundo puede
escribir su propio libro de cara al público y puede ser leído por gente de todo
el mundo también.
A
pesar de que he seguido leyendo, de un tiempo a esta parte también he empezado a escribir,
me he dado cuenta de que me gusta realmente. Y aunque nunca he pensado en ello
como mi futura profesión nunca se sabe que pasará en el futuro.
Siempre
que le preguntaba a mi madre
qué le habría gustado ser de mayor cuando ella era pequeña me respondía que siempre
le había gustado la literatura y que le habría gustado ser escritora. Éste
es uno de mis últimos recuerdos por explicar es uno que no olvidaré nunca y que fue el que me inspiró a leer.
Clara R.
ORÍGENES DE UN LECTOR
ORÍGENES DE UN LECTOR
Alrededor
de unos nueve años tenía, cuando pasé por delante de un quiosco y vi que había
una revista de Spiderman, personaje que amaba gracias a películas y
videojuegos, les pedí a mis padres que me la compraran para poder leerla
(aunque sospecho que el pequeño juguete que la acompañaba también tuvo algo que
ver). Era una de las típicas revistas para niños pequeños llena de actividades
para hacer y dibujos para colorear, también contenía dos historietas en forma de cómic al
principio y al final. Me acuerdo que esas historias me encantaron. Nunca antes
en mi vida me lo había pasado tan bién leyendo. Fue una gran experiencia. No
eran historias hechas especialmente para niños pequeños, todas ellas se
publicaron primero en la colección bimensual Americana del superhéroe, y meses
después en la colección española, y probablemente otro tanto de meses o incluso
años más tarde en esa revista que yo compraba en los quioscos por un par de
euros. Era un fiel seguidor de esa revista por uno o dos años, hasta que finalmente
fui incapaz de encontrar más números. Para mi desgracia probablemente fuese
cancelada. Pero eso no hizo que parase de leer ya que encontré otro tebeo que
me gustaba tanto o más, los tebeos del Pato Donald. Esos tebeos nacieron en
Estados Unidos en los años cincuenta creados por el autor Carl Barks, y hechos
todavía más populares por Don Rosa. Las tramas de estos cómics poco o nada
tenían que ver con las que el pato y sus compañeros vivían en el cine o la
televisión. Había historias de misterio en las que Mickey Mouse era un
detective con habilidades similares a las de Sherlock Holmes, o aventuras
alrededor del globo en busca de tesoros y ciudades perdidas acompañados por el
Tío Gilito… La popularidad de estos tebeos había disminuido con el paso de los
años. De hecho ya ni se editaban en Estados Unidos. Por suerte eso nunca pasó
en el norte de Europa, donde siempre han sido muy populares y de hecho siguen
siéndolo. Lo que eso significaba para mi es que las leía en Finés, idioma en el
cual más adelante leería mis primeras novelas. Muchas veces se desprecian
formas de leer que no son libros complejos, como si fuesen inferiores, pero si
no fuese por estos tebeos yo nunca me hubiese hecho lector y estoy seguro de
que hay montones de niños y niñas que como yo nunca hubiesen abierto un libro
de no ser por este tipo de historietas. ¡Y, oh todo lo que nos hubiésemos
perdido!
Benjamin P.
YA LOS ENTENDÍA
Mi casa siempre ha estado llena de libros. La mayoría, demasiado complejos. Eran de mis padres y no los entendía, por eso no me entusiasmaba mucho leerlos. Aun así había libros que alimentaban mi curiosidad por sus títulos o portadas, así que los cogía y empezaba a leer, pero seguía sin comprenderlos. A medida que fui creciendo mis padres y mis abuelos me compraban libros, los primeros que leí fueron El Reino de la Fantasía de Gerónimo Stilton. Los desgastaba de lo mucho que me gustaban, a alguno le falta hasta la portada.
Cuando leer ya me entusiasmaba más volvía a mirar los libros de mis padres y empezaron a entretenerme porque ya los entendía de una forma que antes no podía. La mayoría de las veces lo hacía a escondidas, ya que pensaban que era “demasiado pequeña” para leerlos. Ahora entiendo sus razones.
Los libros del colegio nunca llamaron mi atención, aun así los leía. Cuando empecé el instituto los solía ignorar mucho más. Recuerdo Wonder, uno de mis libros favoritos. Lo tendría que haber leído para clase de lengua catalana en el instituto, pero no lo hice porque no me llamaba la atención. Un año y medio después decidí echarle una ojeada y terminé obsesionada con él. No es la primera vez que me pasa, tampoco creo que sea la última. Aunque me gustaría que lo fuera. Muchas sinopsis y críticas me han echado para atrás, pero realmente pienso que se le debería dar una oportunidad a todo, yo me llevé muchas sorpresas. Dejé las opiniones a un lado y empecé a criticar y valorar por mí misma, a lanzarme a lecturas que hasta hace un par de año nunca se me hubiera ocurrido ni mirar, tener una mente más abierta en ciertos aspectos y a abrirme a otro tipo de géneros literarios. A veces en la lectura puedes encontrarte a ti mismo, de alguna forma es lo que me pasó a mí.
Alba J.
EN LA PIEL DE LOS PERSONAJES
Desde pequeño me apasionaban las historias, como aún no sabía leer, mis padres me leían cuentos clásicos, aunque suene extraño, sí, me leían un libro antes de ir a dormir, como La Caperucita Roja o Los tres cerditos. Creo que allí surgió mi pasión por la lectura. Cuando aprendí a leer, leía libros y cuentos cortos. Cuando ya estaba en el instituto dejé de leer libros, porque no encontraba un libro que realmente me gustara y me atrapara.
Cuando fui creciendo mentalmente empecé con nuevos libros y a independizarme con la lectura leyendo libros como Bajo la misma estrella o Ciudades de Papel”.Una de las historias que más me gustó y me marcó fue la de: “A tres metros sobre el cielo”, que trata de un romance adolescente a escondidas, es una historia muy apasionante, que no podía dejar de leer ya que me puse en la piel de los personajes.
Estos libros no fueron los únicos que leí, sino los que me marcaron en mi adolescencia e infancia hasta ahora. En este último tiempo estoy intercambiando libros con mi amiga, ya que es una gran lectora y me aconseja en este tema. Muchas tardes las hemos pasado leyendo y tomando un café en la terraza de mi casa, simplemente pasando el tiempo y disfrutando de la lectura. Espero que estos libros no sean los últimos y pueda seguir en este camino de la literatura.
Enric A.
LA CASA DE MIS ABUELOS
Aun puedo recordar cuando
iba a casa de mis abuelos.En su casa había un mar de libros en unas estanterías
tan grandes que no llegaba a ver los libros de más arriba, así que miraba los
que podía llegar a leer con mi baja estatura, ya sean libros en inglés, los de
autores como Ken Follet hasta los que mi abuelo había escrito cuando era joven.
Cada vez que iba me
pasaba horas leyendo los títulos de los libros y los nombres de los autores que
los habían escrito, no sabía de qué iban ni quién eran esas personas, pero
conseguía distraerme. Empecé a leer a los seis años y me gustaba mucho ya que
me enseñaba cosas que en ese momento no sabía. Cuando me iba haciendo más
mayor, leer era mi método favorito para relajarme, me ayudaba a dormir y me
quitaba el estrés cuando estaba cabreado.
Para mi leer es una de
las mejores virtudes que hay, aunque hoy en día no lea tanto como me gustaría
ya sea por problemas que me lo impiden,
pero siempre que tengo tiempo intento leer ya que puedo aprender cosas
únicas que en ningún otro se llegan a conseguir.
Pau C.