miércoles, 10 de octubre de 2018

Memorias de lector


MEDIA DOCENA DE AÑOS

Considero que no soy amiga nata de la lectura, y que empezar a leer no fue mi decisión del todo. Desde pequeña empecé a frecuentar bastante la biblioteca de mi antiguo barrio, primero por la sala de juegos, donde había enormes peluches, libros ilustrados y un suelo acolchado de colores. Posteriormente me pasé a la sección de mangas y cómics, esto a los ocho años de edad, acción que desencadenó mi gusto por ellos, gusto que aún perdura. A los diez años adquirí la curiosidad y la determinación suficiente como para cambiar de sala sin la compañía de mi madre. Recorrí la biblioteca de abajo a arriba, desde los baños hasta el auditorio, la galería, las salas de estudio, de informática y al llegar a sexto de primaria ya me sabía qué libros contenía cada estantería. Iba a la biblioteca dos veces por semana, cada viernes, a veces con un amigo o a veces sola, eso no importaba. La compañía de alguien era un complemento secundario para pasar una buena tarde, el complemento principal sin duda era mi imaginación demasiado activa, y no solo cuando estaba dentro de un libro, las personas simplemente eran muebles más, en cambio, los pasillos, las columnas de hormigón, las plantas y los tablones de madera de la terraza que había tenían vida, me decían cosas y me hacían sentir, no solo era el libro que me interesaba en ese momento, era el lugar y en general todos los factores lo que le daban significado a la historia.
     Mi madre fue mi instructora en el mundo de la lectura, como también en el del cine o la pintura,pero esa es otra historia.  Ella me decía cuáles había leído en su niñez o juventud, me decía títulos y autores y yo después inmediatamente buscaba sobre el que más me había interesado escuchar. A partir de ahí mi personalidad como lectora se fue definiendo para centrarme en libros ilustrados por Benjamin Lacombe, poemas variados, y relatos de terror de escritores como Chris Priestley o Ray Bradbury. Mi pasión por la literatura macabra y de terror creció y de repente dejó de interesarme ojear enciclopedia o diccionarios para solo leer lo dicho, finalmente a agotar todo un repertorio de libros que siempre tuve claro que debía  leer he buscado nuevas opciones pero pocas me han acomodado, incluso he probado con escritores contemporáneos pero después de haber probado la miel. ¿Quién se conforma con azúcar?
Ana María B.


COMIENZOS EN LA LITERATURA

Mis primeros recuerdos de lectura son prácticamente todos de mi madre. Recuerdo verla leyendo siempre que tenía un rato libre o por las noches después de cenar, mi padre no estaba mucho en casa debido a su trabajo, pero en las pocas ocasiones que lo veía, siempre sostenía un libro distinto en su mano. Yo siempre les preguntaba por las historias que leían y me encantaba escucharlas. Mi casa siempre estuvo llena de libros, estanterías, cajones, cajas… Hasta las mesas de toda la casa eran un buen lugar para depositarlos, y es que por aquel entonces acabábamos de mudarnos a aquella casa. No había mucho que hacer así que me pasaba las tardes dibujando y pintando las paredes de mi habitación.
Aún recuerdo el primer libro que mi madre me compró, poco después de mudarnos, con el que aprendí a leer y que todavía conservo. Era un libro con dibujos y fotografías, todas con el nombre de los objetos debajo, la letra era cursiva para facilitar la comprensión ya que solo tenía cuatro años, al llegar del colegio siempre iba corriendo a leerlo.
Cuando ya fui mayor, desarrollé ese gusto por la lectura, leía a todas horas, las noches eran mi momento favorito del día, podía estar sola en un lugar cómodo y cálido. Las mañanas eran las peores horas, peores incluso que la hora del baño por las noches. Ir al colegio no fue una de mis mejores experiencias, muchas veces me sentía apartada, como aislada así intentaba hacerlas lo más llevaderas posibles leyendo libros y libros de la biblioteca escolar por debajo de las mesas en clase y en los baños en la hora del patio.
Por las tardes recuerdo subir a la terraza de mi casa y esconderme en el cuarto de la lavadora para conseguir un poco de silencio, no era fácil concentrarse con las constantes obras del piso de abajo y con mi hermana pequeña, que entonces tenía tan solo cuatro años. Podía pasarme horas allí encerrada leyendo mis libros favoritos; desde que aprendí a leer mi madre me había comprado infinidad de libros infantiles pero mis favoritos eran los de Gerónimo Stilton en el Reino de la Fantasía eran magníficos, con dibujos y letras de colores, con olores y historias impresionantes para una niña de siete años.
Al llegar al instituto descubrí las “lecturas obligatorias” y también al mismo tiempo que aquellos eran los textos más aburridas que había leído nunca. Ya no había colores, ni dibujos, solo plazos de una semana para leer capítulos y capítulos larguísimos y acabar haciendo un examen. Eso me desanimó un poco la verdad, pero después de leer más de cinco lecturas obligatorias que me parecieron las más aburridas del mundo, al fin leí el que es hoy en día mi libro favorito: Wonder. Cada página que pasaba me gustaba más, lo que más me gustó fueron las emociones que me hizo sentir aquel libro. Era capaz de reírme y no parar de llorar en un mismo capítulo, y lo más bonito para mi fue que podía leer ese libro cuatrocientas veces seguidas y aún así seguiría despertando aquellos sentimientos en mi.
Desde entonces he seguido leyendo libros de diversos géneros, muchos de ellos han sido de una plataforma llamada Wattpad en la que gente de todo el mundo puede escribir su propio libro de cara al público y puede ser leído por gente de todo el mundo también.
A pesar de que he seguido leyendo, de un tiempo a esta parte también he empezado a escribir, me he dado cuenta de que me gusta realmente. Y aunque nunca he pensado en ello como mi futura profesión nunca se sabe que pasará en el futuro.
Siempre que le preguntaba a mi madre qué le habría gustado ser de mayor cuando ella era pequeña me respondía que siempre le había gustado la literatura y que le habría gustado ser escritora. Éste es uno de mis últimos recuerdos por explicar es uno que no olvidaré nunca y que fue el que me inspiró a leer.

Clara R.


ORÍGENES DE UN LECTOR

Alrededor de unos nueve años tenía, cuando pasé por delante de un quiosco y vi que había una revista de Spiderman, personaje que amaba gracias a películas y videojuegos, les pedí a mis padres que me la compraran para poder leerla (aunque sospecho que el pequeño juguete que la acompañaba también tuvo algo que ver). Era una de las típicas revistas para niños pequeños llena de actividades para hacer y dibujos para colorear, también contenía dos historietas en forma de cómic al principio y al final. Me acuerdo que esas historias me encantaron. Nunca antes en mi vida me lo había pasado tan bién leyendo. Fue una gran experiencia. No eran historias hechas especialmente para niños pequeños, todas ellas se publicaron primero en la colección bimensual Americana del superhéroe, y meses después en la colección española, y probablemente otro tanto de meses o incluso años más tarde en esa revista que yo compraba en los quioscos por un par de euros. Era un fiel seguidor de esa revista por uno o dos años, hasta que finalmente fui incapaz de encontrar más números. Para mi desgracia probablemente fuese cancelada. Pero eso no hizo que parase de leer ya que encontré otro tebeo que me gustaba tanto o más, los tebeos del Pato Donald. Esos tebeos nacieron en Estados Unidos en los años cincuenta creados por el autor Carl Barks, y hechos todavía más populares por Don Rosa. Las tramas de estos cómics poco o nada tenían que ver con las que el pato y sus compañeros vivían en el cine o la televisión. Había historias de misterio en las que Mickey Mouse era un detective con habilidades similares a las de Sherlock Holmes, o aventuras alrededor del globo en busca de tesoros y ciudades perdidas acompañados por el Tío Gilito… La popularidad de estos tebeos había disminuido con el paso de los años. De hecho ya ni se editaban en Estados Unidos. Por suerte eso nunca pasó en el norte de Europa, donde siempre han sido muy populares y de hecho siguen siéndolo. Lo que eso significaba para mi es que las leía en Finés, idioma en el cual más adelante leería mis primeras novelas. Muchas veces se desprecian formas de leer que no son libros complejos, como si fuesen inferiores, pero si no fuese por estos tebeos yo nunca me hubiese hecho lector y estoy seguro de que hay montones de niños y niñas que como yo nunca hubiesen abierto un libro de no ser por este tipo de historietas. ¡Y, oh todo lo que nos hubiésemos perdido!
Benjamin P.

YA LOS ENTENDÍA 

Mi casa siempre ha estado llena de libros. La mayoría, demasiado complejos. Eran de mis padres y no los entendía, por eso no me entusiasmaba mucho leerlos. Aun así había libros que alimentaban mi curiosidad por sus títulos o portadas, así que los cogía y empezaba a leer, pero seguía sin comprenderlos. A medida que fui creciendo mis padres y mis abuelos me compraban libros, los primeros que leí fueron El Reino de la Fantasía de Gerónimo Stilton. Los desgastaba de lo mucho que me gustaban, a alguno le falta hasta la portada. 
    Cuando leer ya me entusiasmaba más volvía a mirar los libros de mis padres y empezaron a entretenerme porque ya los entendía de una forma que antes no podía. La mayoría de las veces lo hacía a escondidas, ya que pensaban que era “demasiado pequeña” para leerlos. Ahora entiendo sus razones.
    Los libros del colegio nunca llamaron mi atención, aun así los leía. Cuando empecé el instituto los solía ignorar mucho más. Recuerdo Wonder, uno de mis libros favoritos. Lo tendría que haber leído para clase de lengua catalana en el instituto, pero no lo hice porque no me llamaba la atención. Un año y medio después decidí echarle una ojeada y terminé obsesionada con él. No es la primera vez que me pasa, tampoco creo que sea la última. Aunque me gustaría que lo fuera. Muchas sinopsis y críticas me han echado para atrás, pero realmente pienso que se le debería dar una oportunidad a todo, yo me llevé muchas sorpresas. Dejé las opiniones a un lado y empecé a criticar y valorar por mí misma, a lanzarme a lecturas que hasta hace un par de año nunca se me hubiera ocurrido ni mirar, tener una mente más abierta en ciertos aspectos y a abrirme a otro tipo de géneros literarios. A veces en la lectura puedes encontrarte a ti mismo, de alguna forma es lo que me pasó a mí. 
Alba J.


EN LA PIEL DE LOS PERSONAJES

Desde pequeño me apasionaban las historias, como aún no sabía leer, mis padres me leían cuentos clásicos, aunque suene extraño, sí, me leían un libro antes de ir a dormir, como La Caperucita Roja o Los tres cerditos. Creo que allí surgió mi pasión por la lectura. Cuando aprendí a leer, leía libros y cuentos cortos. Cuando ya estaba en el instituto dejé de leer libros, porque no encontraba un libro que realmente me gustara y me atrapara. 
    Cuando fui creciendo mentalmente empecé con nuevos libros y a independizarme con la lectura leyendo libros como Bajo la misma estrella o Ciudades de Papel”.Una de las historias que más me gustó y me marcó fue la de: “A tres metros sobre el cielo”, que trata de un romance adolescente a escondidas, es una historia muy apasionante, que no podía dejar de leer ya que me puse en la piel de los personajes. 
     Estos libros no fueron los únicos que leí, sino los que me marcaron en mi adolescencia e infancia hasta ahora. En este último tiempo estoy intercambiando libros con mi amiga, ya que es una gran lectora y me aconseja en este tema. Muchas tardes las hemos pasado leyendo y tomando un café en la terraza de mi casa, simplemente pasando el tiempo y disfrutando de la lectura. Espero que estos libros no sean los últimos y pueda seguir en este camino de la literatura. 
Enric A.


LA CASA DE MIS ABUELOS 


Aun puedo recordar cuando iba a casa de mis abuelos.En su casa había un mar de libros en unas estanterías tan grandes que no llegaba a ver los libros de más arriba, así que miraba los que podía llegar a leer con mi baja estatura, ya sean libros en inglés, los de autores como Ken Follet hasta los que mi abuelo había escrito cuando era joven.
    Cada vez que iba me pasaba horas leyendo los títulos de los libros y los nombres de los autores que los habían escrito, no sabía de qué iban ni quién eran esas personas, pero conseguía distraerme. Empecé a leer a los seis años y me gustaba mucho ya que me enseñaba cosas que en ese momento no sabía. Cuando me iba haciendo más mayor, leer era mi método favorito para relajarme, me ayudaba a dormir y me quitaba el estrés cuando estaba cabreado.

     Para mi leer es una de las mejores virtudes que hay, aunque hoy en día no lea tanto como me gustaría ya sea por problemas que me lo impiden,  pero siempre que tengo tiempo intento leer ya que puedo aprender cosas únicas que en ningún otro se llegan a conseguir.
 Pau C.