lunes, 19 de noviembre de 2018

GILGAMESH APÓCRIFO (2018)



LA GESTA DE KIRKOMESH
Poema colectivo |  Literatura Universal  |  2018 dC
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Tablilla I

Aquel que se ganó el honor de todos
el que logró limpiar la ciudad
de personas malvadas y poderosas.
El guerrero que se crio en la selva
que para comer cazaba jaguares, panteras
comía lo incomible para sobrevivir,
lo entrenaron para proteger y atacar.

Nadie se enfrentaba a él
no le faltaban al respeto,
su fuerza, su agilidad, su destreza
no eran propias de un simple humano.
Se movía más rápido que el viento,
tenía la fuerza igual que los huracanes
y visión aumentada, podía ver a kilómetros.

Vivía en la ciudad de Ánkar,
situada al lado de la selva Mungar,
ciudad de simples artesanos
cuya población era de gran cantidad.
Todos respetaban y admiraban
al gran rey Kirkomesh.

Era conocido como el rey justiciero,
quien cometía un delito sea cual sea
lo pagaba con sangre y dolor, por esa razón
la población era totalmente estable
era una ciudad perfecta.


Tablilla II

El que de la selva vino,
el que en la selva se crio,
El  rey de Ankar. Kirkomesh era la luz,
los ojos y oídos de una ciudad
Oh Kirkomesh
El que de la selva vino
el que en la selva se crio
El rey de Ankar

Él era luz iba con túnicas bordadas
Parecían campos de trigo
Se comía todo lo que la madre tierra ofrecía
Oh Kirkomesh
Despiadado como pocos
Con una mente salvaje
Temido en todos los confines de la tierra
Era alto, robusto y con muchas cicatrices
Niños y niñas y no tan pequeños le temían
Oh Kirkomesh
De la naturaleza vienes
Y los sabios dicen que no te has adaptado.


Tablilla III

De las más profundas grietas
del Valle de los Condenados
volvió Baal Moloch, el Esqueleto.
Antiguo Dios olvidado por su rebaño,
El antiquísimo padre que consumía pureza
para limpiar y retornar fértil la tierra.
Antaño ya olvidado,
también el trato con la raza humana.
El valle fue lugar de batalla y lo abandonó su pueblo,
donde ya solo quedaban los restos de los guerreros,
los condenados a la servidumbre del Dios Baal
por toda la eternidad.
Surgió de la tierra, encarnando los restos de aquellos,
harto de vivir de las sobras levantó un ejército
para ahora poseer a Kirkomesh
y así volver a reinar en la tierra.
Atravesó el valle y las montañas, lagos y pantanos
marchitando y secando todo a su paso
finalmente llegó a Ankar,
donde el gran héroe descansaba en un su trono
y gritando con voz maléfica y profunda Baal le dijo:

—Tú, inmortal, más bestia que hombre eres,
tan puro como un jaguar a la vez que estúpido,
de tu fuerza únicamente te vales y de la suerte
que te propician los dioses
por motivo que desconozco,
cuando a mí, un verdadero Dios y hechicero,
sabedor de los mayores secretos
de la humanidad, conocedor de todas las ciencias
y del funcionamiento del universo,
por qué a mí me olvidaron,
y por qué tú recibes todos sus favores.

Kirkomesh ya hostigado:
—¿Con qué motivo vienes tú a mi ciudad
a manchar mi imagen con tus blasfemias y tu amargura?
—Vengo a retarte y tomar lo que es mío,
las personas que viven en esta ciudad
son los primogénitos de mi rebaño,
los que huyeron del valle su sangre me pertenece,
derrota a mi ejército y a mí
y podrán quedarse con sus almas.


Tablilla  IV

Entonces, en aquel mismo instante
sin pensarlo dos veces, Baal Moloch
hace de las cenizas aparecer su ejército de almas
encarnadas en antiguos guerreros.
Vienen de la Casa Del Polvo
de donde los hombres entran, pero no salen.
Solo un gran dios como Baal Moloch
tiene esa capacidad de dar luz a lo ya apagado,
dar vida a lo ya vivido
 y dar fuerza al débil muerto
con una hacha clavada en el corazón.

Kirkomesh sin dudar empieza a devorar
a cada uno de los guerreros armados
con espadas de oro llenas de sangre.
Lo que él no sabe es que cada gota de sangre
es veneno para el alma pura de Kirkomesh,
estaán llenas de maldad y antiguos tormentos.
En el momento en que una gota de sangre
del penúltimo guerrero que queda
corta el brazo de Kirkomesh,
este se cae al suelo agonizando.
Es un ardor, un fuego que le quema por dentro
y lo destruye lentamente como el fuego que rebasa
todo un bosque entero sin piedad ni remordimiento,
pero destruye todo
sin ningún conocimiento de lo que antes era aquel lugar.

Baal Moloch observa como Kirkomesh agoniza,
en su rostro se forma una sonrisa.
Antes de haber podido acabar
de formar esa sonrisa llena de maldad
Kirkomesh se levanta con el ardor,
con el fuego, pero ahora aquel fuego
está en sus ojos llenos de rabia,
corrie y en instantes devora los últimos dos guerreros
a la vez que de su cuerpo sale una hacha
formada por la selva
que prometía ayudar y proteger a Kirkomesh.
Se la clava en el fondo del corazón
lo arranca y se lo come.
A la vez que despedaza  al Dios
de la tierra y del infierno.
Dejándolo en lo que era, cenizas.



Tablilla V

Kirkomesh llega al río después de la ganada batalla,
vence a la bestia como nadie nunca lo ha hecho.
Llega al río y se lava la sangre de la batalla,
se limpia el sudor de todo su esfuerzo.
Se vuelve a vestir su túnica blanca,
y su cinturón de oro.
Escucha unos pasos y se da la vuelta,
ve a una mujer que parece una diosa.
La mujer se le acerca y le dice:
“Oh, gran Kirkomesh, nunca he conocido a un hombre como tú;
tan valiente y sin ningún miedo a la invencible bestia”

La fina tela se desliza por sus hombros,
La mujer empieza a desvestirse.
Kirkomesh se acerca a ella
con los ojos abiertos de una forma desorbitada.
Cohabita con la mujer tantas veces como minutos duró la batalla.
Después de tantos días Kirkomesh pregunta a la mujer:
“¿no puedes quedarte un tiempo más”?
Ella le contesta: “no puedo quedarme un tiempo más,
mi tiempo es limitado y estoy demasiado solicitada.”

La mujer se pone la fina tela que cubría su cuerpo,
mientras Kirkomesh mira cómo se aleja.
Después pasan los días,
tantos días como minutos duró la batalla.
Intenta olvidarse de ella,
busca olvidarse de ella, pero no puede.
Ni siquiera le pregunta su nombre,
y se arrepiente de ese silencio.
Se vuelve a poner su túnica blanca y su cinturón de oro,
y emprende su camino de regreso a la ciudad.


Tablilla VI

El bosque avanza lentamente con la noche a sus espaldas.
El bosque se mueve ciegamente. Un bulto emerge en la fronda.
Cuerpo peludo, cubierto por pieles de lobo.
A lo lejos se ven sus grandes colmillos reflejados con la luz de la luna,
El bosque hace retumbar con sus fuertes pisadas,
En el profundo bosque se escuchan sus aullidos.

Cruza el bosque para llegar a la ciudad,
Ha eliminado todo tipo de animales sin piedad con su maza,
Su único fin es llegar a la ciudad para acabar con Kirkomesh
El hijo del mal no tiene rival,
Puede eliminar a todos sin dejar rastro,
No conoce la paz, solo la destrucción,
Fue creado para destruir a todo el que se le ponga delante.

A lo lejos un fuerte sonido se escucha,
Una gran sombra cubre todo el camino,
Poco a poco se va acercando a su destino,
En su espalda un escudo, en la mano una maza
Y a lo lejos, la ciudad.


Tablilla VII

“Esta es la noche donde la luna caerá”
La doncella, su amada, le dice a Kirkomesh:
“¿Qué significa eso, oh sabio héroe?”
El que lo había visto todo no lo sabe.
La doncella se da cuenta y le aconseja:
“Pregunta a los ancianos, ellos sabrán”
“Gracias por el consejo, oh sabia doncella”.

Kirkomesh reúne a los ancianos en el templo.
Les cuenta su visión:
“Esta es la noche donde la luna caerá”.
Antes de oír la sabiduría de los mayores entra un joven que dice:
“Los dioses nos han maldecido con una criatura salida de las tinieblas
Kirkomesh te necesitamos armate y sal a luchar”.
El héroe agarra su lanza y su escudo.
Sale a las calles de la ciudad amurallada,
Los guerreros en terror gritan,
Los campesinos en horror gritan,
Los nobles en pánico gritan,
Las mujeres en temor gritan,
La ciudad en terror grita,
Ya no está amurallada.

La luna brilla sobre la bestia salida de los bosques tenebrosos,
La luna brilla sobre la criatura que ha destrozado la muralla,
La luna brilla sobre el ser que ha derrotado a los valientes guerreros,
La luna brilla sobre el monstruo que puede destruir la ciudad.

Kirkomesh carga contra el monstruo.
La lanza choca contra el escudo y las casas de los alrededores huyen de ellos.
Ahora ataca el monstruo a Kirkomesh.
El mazo redondo choca contra el escudo y los muertos huyen de ellos.
Siete veces ataca uno y siete veces ataca el otro.

Los escudos se rompen en siete pedazos,
Solo les queda lanza y mazo para luchar.
Los dos cargan a la vez para el último enfrentamiento.
El monstruo alza el mazo que brilla con la luz de la luna.
Kirkomesh prepara la lanza para hacerle sangrar.
El mazo cae como si fuese la luna pues brilla con su luz.
El monstruo ha sido más rápido y la luna ha caído.
El héroe sangra, el héroe se muere.
Kirkomesh reúne sus últimas fuerzas y atraviesa al monstruo con su lanza.
La luna brilla sobre el monstruo muerto junto al héroe.

La doncella observa la escena y corre a ver al muerto Kirkomesh.
Se agacha a su lado, coge su mano y con lágrimas en los ojos grita:
“Kirkomesh ha muerto, pero no sin antes salvar la ciudad. Es un auténtico héroe.”


Tablilla VIII

Llega el alba y con ella la luz de la mañana,
al ver el cuerpo de su amigo, la dama,
inmóvil grita.
Impotente ante la escena, empieza a recordar
todos aquellos momentos que pasaron juntos,
las batallas que le vio ganar,
las bestias que le vio combatir.
Recuerda los orígenes de su amado,
recuerda su hogar.
Recuerda a todos aquellos que lo querían,
que llorarán su pérdida, que nunca lo olvidarán.
Recuerda los animales del bosque y las criaturas
salvajes del llano.
Los ríos Ula y Eufrates y los guerreros
de la magnífica Uruk, todos llorarán por él.
Llorarán los que clamaron su nombre,
llorará la meretriz que encontró en el bosque
y que le mostró aquel nuevo mundo
del que se despide triste y dejando un gran legado.

La dama mira sus ropas, sus armas
recordando cada momento que pasó con él,
su amado. Recordando sus hazañas.
Sin creérselo, agita el cuerpo inerte
comprueba que no se mueve, no respira.
Compungida asume que ha muerto,
pues su corazón ha dejado de latir.

Desgarrada por el dolor vaga por la escena
sin saber qué hacer, rompiendo su ropa,
arrancándose el cabello.
Y en aquel momento la dama decide
que erigirá la mayor estatua jamás vista,
forjada en oro y cubierta de lapislázuli.

Decide que todos lamenten su pérdida
y los que no lo hagan serán obligados a llorarlo
hasta que encuentre la forma de hacerlo volver
de entre los muertos, de hacerlo revivir,
para continuar así su aventura juntos.

Al día siguiente la dama prepara su equipaje
dispuesta a ir en busca  de esa cura

y al primer resplandor del alba, parte.



A
UTORÍA

TABLILLA I
ENRIQUE A.
TABLILLA II
SALIM O.
TABLILLA III
ANA MARÍA B.
TABLILLA IV
KRISTINA B.
TABLILLA V
ALBA J.
TABLILLA VI
PAU C.
TABLILLA VII
BENJAMÍN P.
TABLILLA VIII
CLARA R.