YO ESTUVE ALLÍ
1
S
VI a.C Atenas, 21/11.
Hoy, un gélido día de
invierno, hemos quedado todos en el mercado de Galatea para decidir cuándo
retomaremos los ensayos. Leti llega tarde, como siempre, pero vale la pena
esperarla, está preciosa. Finalmente estamos de acuerdo en vernos de nuevo en
Febrero, cuando no haga demasiado frío como para salir del calor de nuestro
hogar y alejarnos de la ciudad llena de gente. Recuerdo los múltiples días
calurosos de verano, cuando íbamos a las afueras, donde no molestamos a nadie,
solo para cantar. Al principio era solamente un pasatiempo, nos juntábamos y
bailábamos o cantábamos canciones. Entonces Epi, el hermano de Leti, nos mostró
canciones hechas por su puño y letra y Leti, las cantaba para nosotros. Leti es
la que mejor canta, quisiera que un día toda la ciudad pudiera escucharla, pero
tiene una vergüenza exagerada y cuando se pone nerviosa es imposible
convencerla de su talento. De cualquier forma, ya no es solo un pasatiempo. En
septiembre la ciudad se puso en marcha de nuevo, acabaron los festivales y los
días de ocio, y tuvimos que dejar de vernos cada semana, algunos de nosotros
trabajamos, solo Leti estudia. Ya quiero que sea Febrero
Ana María B.
2
24 de agosto, hace mucho calor, un grupo
de amigos se ha reunido para cantar.
—Otra vez me he vuelto a quedar dormida. He de salir pitando, sino llegaré tarde para
cantar. Todos están esperando en la plaza y todavía Leti no ha llegado.
—Otra
vez. ¿Dónde debe de estar?
—Esta se ha quedado dormida, estoy seguro.
Aparece Leti corriendo, coje aire y les explica a los demás porque ha llegado tarde.
—Me he quedado
dormida, lo siento, os juro que no volverá a pasar.
—Eso no se lo cree nadie.
A lo lejos se ve al alcalde caminando hacia el grupo de amigos.
—Hola chicos, vengo a anunciaros que acabamos de organizar un nuevo concurso para las próximas fiestas del pueblo, un concurso de canto.
—¿Como que un concurso de canto?
—Pues la gente del pueblo de presenta con su coro y el ganador podrá cantar en las
fiestas, así que si os gusta cantar tendréis que ensayar.
El grupo de amigos estuvo hablando del tema un rato.
—¿Qué hacemos, nos presentamos?
—Yo estoy de acuerdo.
—Y yo. Pero
Leti no tenía tan claro si quería cantar delante de tanta gente.
—Chicos, creo que yo no voy a cantar.
—Pero Leti, eres la que mejor canta, sin tí el coro no es lo mismo.
Al final Leti aceptó y se pusieron a ensayar.
Pau C.
3
Aquel día al despertar ya sabía que era el
día. Al levantar la cabeza de la almohada tuve un buen presentimiento,
aquella visión por decirlo así hizo que todo lo que quisiera hacer lo hiciera
con una gran sonrisa.
Estaba alegre, inquieto. Rápidamente me dirigí a la sala principal para almorzar,
coger fuerzas que sabía que durante el día me harían falta.
Al mediodía, después de comer, empecé a imaginar el momento, aquel donde yo
aparecía con la túnica blanca y con un bordado dorado y rojo magenta que hacen
de la túnica una obra maestra y brillante.
Junto con los otros amigos y conocidos nos dirigimos al evento. Aquel día se
respiraba un aire de tranquilidad y festividad, eso gracias a nuestro Dios
Dionisio que más que nunca está presente en nuestra ciudad.
Al llegar al lugar de preparación estábamos todos muy nerviosos, había tensión,
pero eso sí; las ganas no faltaban.
Los otros grupos iban vestidos diferentes a nosotros. Con los colores de su barrio o grupo. Todas las túnicas que veía eran tan bonitas como las nuestras, había
mucho color: azul, dorado, era ver el arcoíris.
Al caer la primera gota de vino en el suelo empezó todo.
Éramos el quinto coro de diez en salir, y como todo llega, nos tocó después de
estar tanto tiempo ensayando, esperando y deseando empezar.
Subimos las escaleras de mármol y piedra blanca del pasillo que nos llevaba en el escenario del anfiteatro, delante de la vista del emperador, las familias,
amigos, conocidos.
De estar en la calle ensayando a delante de toda una polis me sorprendió salir delante de tanta gente. Fue algo inimaginable para todos nosotros y más en el día, ese día donde tenemos que cantar los coros, sabía que íbamos a vivir algo inexplicable, nuestras ganas y optimismo lo eran todo y así sucedió. Fue algo que me erizó la piel y dudo que olvide algún día.
Salim O.
4
Estaba impaciente por
llegar, no podía esperar para escuchar a aquel coro. Era mi favorito, había
ganado el concurso, ¡en el primer puesto! Era el mejor, eso afirmaba la gente.
Solo lo había escuchado una vez, cuando acompañaba a mi padre al campo. Fueron
tan solo unas notas, pero recordaba con ilusión todos y cada uno de los
detalles de aquel momento.
La gente hablaba, era casi imposible entender lo que decían,
pero en un momento dado oí a unas señoras mayores, conversaban sobre la
actuación que estaba a punto de empezar. Según dijo la morena, el director
había preparado una sorpresa para el público. Algo que prometía, iba a ser toda
una revolución en el mundo de la música.
Intenté aguantar la respiración mientras el coro se colocaba.
Pidieron silencio, y el público dejó de hablar. Recuerdo haber escuchado
aquella primera canción con tanta emoción que sería capaz de tararearla ahora
mismo, después de tanto tiempo.
De repente el coro se abrió, no había asistido nunca a un
espectáculo así, pero sabía que eso era algo inusual. La corista que estaba en
el centro dio un paso adelante y se dio la vuelta, cogí la mano a mi hermano,
no entendía qué estaba pasando.
La joven empezó a cantar. En ese momento, todo el público se
quedó sin aliento. Su voz inundó el lugar y nadie quería que parara. Ella
interpelaba con voz angelical y el coro le respondía. Se formó una conexión tan
magnífica que erizó la piel de todos los espectadores que habían acudido aquel
día a escuchar al coro.
Clara R.
5
Yo estoy ahí, en ese preciso instante, en
el último ensayo del coro con los músicos, la representación iba a empezar. El
solista, por delante del coro, se está preparando. Los músicos, detrás del
coro, afinan los instrumentos. Nosotros, el público, ya ocupamos las gradas.
Solo se escuchan nuestros pasos hasta que nos sentamos. Hoy van a
representar una obra diferente, ya que quieren innovar y sorprendernos. La
gente de repente se da cuenta. Admiramos el trabajo del solista y decidimos
cambiar de lugar. En vez de estar detrás, queremos estar delante para ver al solista. Los gestos, las muecas
que hace, lleva el ritmo de la obra, es impresionante, cuando él baja las manos
es un sonido diferente, cuando las sube es otro. Nos encanta observar y
disfrutar del acto.
Enrique A.
6
Estaba tranquilamente
con mis amigos en el anfiteatro. Fuimos a ver al coro, estaba emocionada ya que
era la primera vez que iba y mucha gente del pueblo me había dicho que eran
asombrosos.
Después de la actuación, cuando aún estábamos aplaudiendo,
sentimos que nuestros asientos temblaban y de repente las gradas empezaron a
derrumbarse. La gente gritaba, los niños lloraban, aumentaba el estruendo de
las rocas cayéndose. El montaje de las gradas se derrumbó entero.
Hubo heridos, incluso muertos. Al salir vi hablar a los del
coro. Estaban desolados, me acerqué y se preguntaban dónde podrían actuar para
que no ocurriera otra vez aquello. Ojalá tuvieran un lugar asentado sobre la
tierra. Realmente fue una tragedia.
Alba J.
7
Hoy es el gran día.
Vamos a representar la obra delante de toda la ciudad de Atenas. Es una obra
maravillosa, creada por mi amigo Esquilo. Y yo formo parte de ella. Sin mi todo
se rompe en pedazos. La presión es grande, pero ya he llegado hasta aquí, hemos
ganada el concurso de tragedias, puedo hacerlo. Debo hacerlo, pues puede que
sea mi última oportunidad de salir al escenario. La edad no perdona, y cada día
que pasa me exhausta más el teatro.
Intenté dejar mi mente
en blanco y prepararme para actuar. Me vestí con las túnicas de mi personaje y
me encaminé hacia mi destino.
Las calles de la gran
ciudad de Atenas están a rebosar de gente, quienes pronto me verán actuar junto
a mis compañeros y amigos. Todos vestidos en sus mejores ropajes, con túnicas
de todos los colores, bebiendo el más exquisito vino que se pudieran permitir,
comiendo las comidas más deliciosas que la ciudad puede ofrecer y hablando y
cantando jovialmente . Las calles están vivas.
Deseo poder unirme a las
festividades, estar alegre, pero la realidad es que los nervios me están
carcomiendo por dentro. Esta mi última actuación debe y será la mejor que he
hecho en mi vida.
El resto del camino lo
paso en silenciosa plegaria hacia los dioses para que me ayudaran.
El teatro está tallado
en la colina, las gradas aún están vacías. Tras un buen rato observandolas, las
imagino llenas de personas. Oigo una voz amigable por detrás.
—¡Idalos, por fín has
llegado! —Dijo Esquilo.
—Aquí estoy, listo para
darlo todo.
—Bien dicho, ahora ven
aquí atrás con los demás y hagamos un último repaso. Necesito que este final de
trilogía sea lo mejor que hayamos hecho nunca.
—Lo será —le digo
sonando más seguro de lo que estoy en realidad. Durante el resto del ensayo me
repito las mismas palabras. Lo será.
Ya es la gran hora. Ya
vamos a representar la obra delante de Atenas. Las gradas están llenas. ¿Cómo
puede caber tanta gente en este lugar? Eso da igual ahora mismo. ¿Y si lo hago
mal? ¿Qué pasa si la pifio en mi última actuación? No puedo pensar en eso. Solo
debo salir allí y hacerlo lo mejor que pueda. Ya es mi turno. Es ahora o nunca.
Doy un paso adelante y salgo al escenario.
Todo va bien. Digo mis
líneas sin ninguna dificultad. Todo está yendo bien, todo va bien hasta que
empieza a llover. ¿Por qué me han maldecido con esto los dioses? Algunas
personas del público se marchan, pero la mayoría se quedan, y gritan para que
siga el espectáculo. Miro a Esquilo a los ojos y él simplemente me inclina la
cabeza un momento para indicar que siga. Estoy más nervioso que nunca, pero
sigo. ¿Me está saliendo todo bien? ¿Está siendo la actuación perfecta? No. No
puedo descargar ahora estas emociones, estas dudas. Tengo que esperar a la
escena de la ruptura y muerte de mi personaje, allí dejaré salir todo esto.
Esta corriente de emociones. Será la actuación perfecta.
Llega la escena de la
muerte, donde los dioses me condenan. Donde mi personaje se rompe. Donde yo me
abro para que todo salga de mi interior. Es agotador, pero lo estoy
consiguiendo. Lloro, y mis lágrimas se mezclan con las gotas de la lluvia. Las
lágrimas de los dioses. Tiene que ser eso, deben estar llorando por mi
actuación. Es perfecta.
Abro los ojos. ¿He
estado… durmiendo? No entiendo qué pasa, estoy estirado y sentado a mi lado
está Esquilo.
—Por fín te has
despertado Idalos.
—¿Qué ha pasado?
—En la escena de la
muerte, parece ser que te desmayaste.
—¿Cómo estuvo mi
actuación? ¿Fue perfecta?
—No sé qué te ha pasado
Idalos, y siento decir esto, pero esta fue tu peor interpretación hasta la fecha.
Estabas demasiado nervioso. Al final la gente se fue sin demasiada emoción.
¿Qué te pasó allí arriba amigo?
—El fracaso, eso es lo
que ha ocurrido. Tenía que ser mi última y mejor actuación y solo fue un
fracaso —digo sintiéndome triste e inútil. Esquilo claramente lo nota.
—¿Por qué estás tan
triste, Idalos? ¡Solo ha sido una actuación, además el concurso de tragedias ya
lo habíamos ganado, esto era solo el premio! Por mucho que hayas fracasado no
significa que esto sea el final. Eres un hombre viejo, deberías saber que el
fracaso no es el fin. Sigues teniendo a tus amigos y a tu familia. Sigues
teniendo tu vida. Y hasta el día en que mueras y llegues al Hades, estás aquí
entre nosotros, en una vida en la que caerás muchas veces. No puedes dejar que
el fracaso te derrote. Sé que tu sueño era hacer la mejor actuación y no lo has
conseguido, pero no es el final. Aún puedes conseguir muchas cosas con los años
que te quedan, alcanzar otro sueño, o puede que no, y no por ello eres menos
válido. No por ello eres un fracasado, pues los sueños no siempre se cumplen,
y... ¿sabes qué? No pasa nada.
Benjamín P.
8
Parecía casi perfecto. Como si hubiese
sido planeado para que la obra de Sófocles fuera aún más magnífica de lo que
era. El sol resplandecía, chorros de oro caían sobre los rostros de todos
los que estaban allí esa tarde de verano con
brisa cálida pero fresca en Epidauro.
Fui
hasta el enorme teatro. Estaba lleno de animados espectadores, ansiosos, y yo
me uní a ese gran sentimiento. Era lo nunca visto. Por un momento pensé que
estaba soñando, pero no, era una obra de ensueño. Todo estaba tan bien
controlado, cada escena encajaba con la manera en la que los actores la
representaban. Sin duda, Sófocles escribe unas grandiosas obras. No fue hasta
aquel momento en el que me quede pensativa, fueron simplemente unos instantes
pero ahí estaba ese sentimiento de duda
Kristina B.