lunes, 14 de enero de 2019

YO ESTUVE ALLÍ (Origen del teatro)



YO ESTUVE ALLÍ

1
S VI a.C Atenas, 21/11.
Hoy, un gélido día de invierno, hemos quedado todos en el mercado de Galatea para decidir cuándo retomaremos los ensayos. Leti llega tarde, como siempre, pero vale la pena esperarla, está preciosa. Finalmente estamos de acuerdo en vernos de nuevo en Febrero, cuando no haga demasiado frío como para salir del calor de nuestro hogar y alejarnos de la ciudad llena de gente. Recuerdo los múltiples días calurosos de verano, cuando íbamos a las afueras, donde no molestamos a nadie, solo para cantar. Al principio era solamente un pasatiempo, nos juntábamos y bailábamos o cantábamos canciones. Entonces Epi, el hermano de Leti, nos mostró canciones hechas por su puño y letra y Leti, las cantaba para nosotros. Leti es la que mejor canta, quisiera que un día toda la ciudad pudiera escucharla, pero tiene una vergüenza exagerada y cuando se pone nerviosa es imposible convencerla de su talento. De cualquier forma, ya no es solo un pasatiempo. En septiembre la ciudad se puso en marcha de nuevo, acabaron los festivales y los días de ocio, y tuvimos que dejar de vernos cada semana, algunos de nosotros trabajamos, solo Leti estudia. Ya quiero que sea Febrero
Ana María B.

2
24 de agosto, hace mucho calor, un grupo de amigos se ha reunido para cantar.
—Otra vez me he vuelto a quedar dormida. He de salir pitando, sino llegaré tarde para cantar. Todos están esperando en la plaza y todavía Leti no ha llegado.
—Otra vez. ¿Dónde debe de estar?
—Esta se ha quedado dormida, estoy seguro. 
Aparece Leti corriendo, coje aire y les explica a los demás porque ha llegado tarde.
—Me he quedado dormida, lo siento, os juro que no volverá a pasar.
—Eso no se lo cree nadie.
A lo lejos se ve al alcalde caminando hacia el grupo de amigos.
—Hola chicos, vengo a anunciaros que acabamos de organizar un nuevo concurso para las próximas fiestas del pueblo, un concurso de canto.
—¿Como que un concurso de canto?
—Pues la gente del pueblo de presenta con su coro y el ganador podrá cantar en las fiestas, así que si os gusta cantar tendréis que ensayar.
El grupo de amigos estuvo hablando del tema un rato.
—¿Qué hacemos, nos presentamos?
—Yo estoy de acuerdo.
—Y yo. Pero Leti no tenía tan claro si quería cantar delante de tanta gente.
—Chicos, creo que yo no voy a cantar.
—Pero Leti, eres la que mejor canta, sin tí el coro no es lo mismo.
Al final Leti aceptó y se pusieron a ensayar.
Pau C.

3
Aquel día al despertar ya sabía que era el día. Al levantar la cabeza de la almohada tuve un  buen presentimiento, aquella visión por decirlo así hizo que todo lo que quisiera hacer lo hiciera con una gran sonrisa.
Estaba alegre, inquieto. Rápidamente me dirigí a la sala principal para almorzar, coger fuerzas que sabía que durante el día me harían falta.
Al mediodía, después de comer, empecé a imaginar el momento, aquel donde yo aparecía con la túnica blanca y con un bordado dorado y rojo magenta que hacen de la túnica una obra maestra y brillante.
Junto con los otros amigos y conocidos nos dirigimos al evento. Aquel día se respiraba un aire de tranquilidad y festividad, eso gracias a nuestro Dios Dionisio que más que nunca está presente en nuestra ciudad.
Al llegar al lugar de preparación estábamos todos muy nerviosos, había tensión, pero eso sí; las ganas no faltaban.
Los otros grupos iban vestidos diferentes a nosotros. Con los colores de su barrio o grupo. Todas las túnicas que veía eran tan bonitas como las nuestras, había mucho color: azul, dorado, era ver el arcoíris.
Al caer la primera gota de vino en el suelo empezó todo.
Éramos el quinto coro de diez en salir, y como todo llega,  nos tocó después de estar tanto tiempo ensayando, esperando y deseando empezar.
Subimos las escaleras de mármol y piedra blanca del pasillo que nos llevaba en el escenario del anfiteatro, delante de la vista del emperador, las familias, amigos, conocidos.
De estar en la calle ensayando a delante de toda una polis me sorprendió salir delante de tanta gente. Fue algo inimaginable para todos nosotros y más en el día, ese día donde tenemos que cantar los coros, sabía que íbamos a vivir algo inexplicable, nuestras ganas y optimismo lo eran todo y así sucedió. Fue algo que me erizó la piel y dudo que olvide algún día.
Salim O.

4
Estaba impaciente por llegar, no podía esperar para escuchar a aquel coro. Era mi favorito, había ganado el concurso, ¡en el primer puesto! Era el mejor, eso afirmaba la gente. Solo lo había escuchado una vez, cuando acompañaba a mi padre al campo. Fueron tan solo unas notas, pero recordaba con ilusión todos y cada uno de los detalles de aquel momento.
         La gente hablaba, era casi imposible entender lo que decían, pero en un momento dado oí a unas señoras mayores, conversaban sobre la actuación que estaba a punto de empezar. Según dijo la morena, el director había preparado una sorpresa para el público. Algo que prometía, iba a ser toda una revolución en el mundo de la música.
         Intenté aguantar la respiración mientras el coro se colocaba. Pidieron silencio, y el público dejó de hablar. Recuerdo haber escuchado aquella primera canción con tanta emoción que sería capaz de tararearla ahora mismo, después de tanto tiempo.
         De repente el coro se abrió, no había asistido nunca a un espectáculo así, pero sabía que eso era algo inusual. La corista que estaba en el centro dio un paso adelante y se dio la vuelta, cogí la mano a mi hermano, no entendía qué estaba pasando.
         La joven empezó a cantar. En ese momento, todo el público se quedó sin aliento. Su voz inundó el lugar y nadie quería que parara. Ella interpelaba con voz angelical y el coro le respondía. Se formó una conexión tan magnífica que erizó la piel de todos los espectadores que habían acudido aquel día a escuchar al coro.
Clara R.

5
Yo estoy ahí, en ese preciso instante, en el último ensayo del coro con los músicos, la representación iba a empezar. El solista, por delante del coro, se está preparando. Los músicos, detrás del coro, afinan los instrumentos. Nosotros, el público, ya ocupamos las gradas. Solo se escuchan nuestros pasos  hasta que nos sentamos. Hoy van a representar una obra diferente, ya que quieren innovar y sorprendernos. La gente de repente se da cuenta. Admiramos el trabajo del solista y decidimos cambiar de lugar. En vez de estar detrás, queremos estar delante  para ver al solista. Los gestos, las muecas que hace, lleva el ritmo de la obra, es impresionante, cuando él baja las manos es un sonido diferente, cuando las sube es otro. Nos encanta observar y disfrutar del acto.
Enrique A.

6
Estaba tranquilamente con mis amigos en el anfiteatro. Fuimos a ver al coro, estaba emocionada ya que era la primera vez que iba y mucha gente del pueblo me había dicho que eran asombrosos.
         Después de la actuación, cuando aún estábamos aplaudiendo, sentimos que nuestros asientos temblaban y de repente las gradas empezaron a derrumbarse. La gente gritaba, los niños lloraban, aumentaba el estruendo de las rocas cayéndose. El montaje de las gradas se derrumbó entero.
         Hubo heridos, incluso muertos. Al salir vi hablar a los del coro. Estaban desolados, me acerqué y se preguntaban dónde podrían actuar para que no ocurriera otra vez aquello. Ojalá tuvieran un lugar asentado sobre la tierra. Realmente fue una tragedia.
Alba J.

7
Hoy es el gran día. Vamos a representar la obra delante de toda la ciudad de Atenas. Es una obra maravillosa, creada por mi amigo Esquilo. Y yo formo parte de ella. Sin mi todo se rompe en pedazos. La presión es grande, pero ya he llegado hasta aquí, hemos ganada el concurso de tragedias, puedo hacerlo. Debo hacerlo, pues puede que sea mi última oportunidad de salir al escenario. La edad no perdona, y cada día que pasa me exhausta más el teatro.
Intenté dejar mi mente en blanco y prepararme para actuar. Me vestí con las túnicas de mi personaje y me encaminé hacia mi destino.
Las calles de la gran ciudad de Atenas están a rebosar de gente, quienes pronto me verán actuar junto a mis compañeros y amigos. Todos vestidos en sus mejores ropajes, con túnicas de todos los colores, bebiendo el más exquisito vino que se pudieran permitir, comiendo las comidas más deliciosas que la ciudad puede ofrecer y hablando y cantando jovialmente . Las calles están vivas.
Deseo poder unirme a las festividades, estar alegre, pero la realidad es que los nervios me están carcomiendo por dentro. Esta mi última actuación debe y será la mejor que he hecho en mi vida.
El resto del camino lo paso en silenciosa plegaria hacia los dioses para que me ayudaran.
El teatro está tallado en la colina, las gradas aún están vacías. Tras un buen rato observandolas, las imagino llenas de personas. Oigo una voz amigable por detrás.
—¡Idalos, por fín has llegado! —Dijo Esquilo.
—Aquí estoy, listo para darlo todo.
—Bien dicho, ahora ven aquí atrás con los demás y hagamos un último repaso. Necesito que este final de trilogía sea lo mejor que hayamos hecho nunca.
—Lo será —le digo sonando más seguro de lo que estoy en realidad. Durante el resto del ensayo me repito las mismas palabras. Lo será.
Ya es la gran hora. Ya vamos a representar la obra delante de Atenas. Las gradas están llenas. ¿Cómo puede caber tanta gente en este lugar? Eso da igual ahora mismo. ¿Y si lo hago mal? ¿Qué pasa si la pifio en mi última actuación? No puedo pensar en eso. Solo debo salir allí y hacerlo lo mejor que pueda. Ya es mi turno. Es ahora o nunca. Doy un paso adelante y salgo al escenario.
Todo va bien. Digo mis líneas sin ninguna dificultad. Todo está yendo bien, todo va bien hasta que empieza a llover. ¿Por qué me han maldecido con esto los dioses? Algunas personas del público se marchan, pero la mayoría se quedan, y gritan para que siga el espectáculo. Miro a Esquilo a los ojos y él simplemente me inclina la cabeza un momento para indicar que siga. Estoy más nervioso que nunca, pero sigo. ¿Me está saliendo todo bien? ¿Está siendo la actuación perfecta? No. No puedo descargar ahora estas emociones, estas dudas. Tengo que esperar a la escena de la ruptura y muerte de mi personaje, allí dejaré salir todo esto. Esta corriente de emociones. Será la actuación perfecta.
Llega la escena de la muerte, donde los dioses me condenan. Donde mi personaje se rompe. Donde yo me abro para que todo salga de mi interior. Es agotador, pero lo estoy consiguiendo. Lloro, y mis lágrimas se mezclan con las gotas de la lluvia. Las lágrimas de los dioses. Tiene que ser eso, deben estar llorando por mi actuación. Es perfecta.

Abro los ojos. ¿He estado… durmiendo? No entiendo qué pasa, estoy estirado y sentado a mi lado está Esquilo.
—Por fín te has despertado Idalos.
—¿Qué ha pasado?
—En la escena de la muerte, parece ser que te desmayaste.
—¿Cómo estuvo mi actuación? ¿Fue perfecta?
—No sé qué te ha pasado Idalos, y siento decir esto, pero esta fue tu peor interpretación hasta la fecha. Estabas demasiado nervioso. Al final la gente se fue sin demasiada emoción. ¿Qué te pasó allí arriba amigo?
—El fracaso, eso es lo que ha ocurrido. Tenía que ser mi última y mejor actuación y solo fue un fracaso —digo sintiéndome triste e inútil. Esquilo claramente lo nota.
—¿Por qué estás tan triste, Idalos? ¡Solo ha sido una actuación, además el concurso de tragedias ya lo habíamos ganado, esto era solo el premio! Por mucho que hayas fracasado no significa que esto sea el final. Eres un hombre viejo, deberías saber que el fracaso no es el fin. Sigues teniendo a tus amigos y a tu familia. Sigues teniendo tu vida. Y hasta el día en que mueras y llegues al Hades, estás aquí entre nosotros, en una vida en la que caerás muchas veces. No puedes dejar que el fracaso te derrote. Sé que tu sueño era hacer la mejor actuación y no lo has conseguido, pero no es el final. Aún puedes conseguir muchas cosas con los años que te quedan, alcanzar otro sueño, o puede que no, y no por ello eres menos válido. No por ello eres un fracasado, pues los sueños no siempre se cumplen, y... ¿sabes qué? No pasa nada.
Benjamín P.

8
Parecía casi perfecto. Como si hubiese sido planeado para que la obra de Sófocles fuera aún más magnífica de lo que era. El sol resplandecía, chorros de oro caían  sobre los rostros de todos los que estaban allí esa tarde de verano con  brisa cálida pero fresca en Epidauro.

         Fui hasta el enorme teatro. Estaba lleno de animados espectadores, ansiosos, y yo me uní a ese gran sentimiento. Era lo nunca visto. Por un momento pensé que estaba soñando, pero no, era una obra de ensueño. Todo estaba tan bien controlado, cada escena encajaba con la manera en la que los actores la representaban. Sin duda, Sófocles escribe unas grandiosas obras. No fue hasta aquel momento en el que me quede pensativa, fueron simplemente unos instantes pero ahí estaba ese sentimiento de duda
Kristina B.