Dante Alighieri
Vida Nueva XIII
Una madrugada cualquiera,
paseando por las calles de Florencia, vi a la mujer que había robado mi
corazón, Beatrice, cerca de la muralla. Fue en ese momento cuando me detuve, y
observé el camino que tomaba. Una extraña sensación me hacía desear que nunca
terminase el momento en que nos cruzamos. Inconsciente de mis propias acciones,
como si la locura se hubiese apoderado de mi cuerpo, me di la vuelta y
perseguí su leve figura en la oscuridad de la noche. En un momento nos habíamos
plantado en el Campanario de Giotto, en la otra punta de la ciudad; era como si
el tiempo pasara mucho más rápido a su lado. Pensé en decirle algo a la mujer
que me quitaba el sueño, y que seguía allí, andando frente a mí. Pero no me
salían las palabras, y permanecí hipnotizado, siguiendo sus pasos. Recorrimos
otra larga distancia, hasta me empezaban a doler los huesos, y los párpados se
me cerraban. De repente, ella se detuvo. Se giró y me descubrió a su espalda. Y
llegados a ese punto me asusté pensando que me preguntaría qué estaba haciendo,
y nunca más me miraría a la cara. En lo más profundo de mi ser, pedía que se
apiadara de mí. Hasta que se fue. Yo me quedé en ese lugar por unos instantes.
Estuve pensando sobre lo que había ocurrido de camino a casa, y al llegar,
compuse este soneto:
Todos mis pensamientos
hablan de Amor;
y tienen entre sí tal
variedad,
que uno me hace
anhelar su dominio,
otro afirma ser loco
su predominio,
otro, confiado, me
causa dulzura,
y otro me hace llorar
muchas veces;
y solo coinciden en
pedir piedad,
temblando por el miedo
que hay en mi corazón.
Por lo que no sé qué
camino tomar;
y querría hablar, y no
sé qué decir:
así me encuentro en
amorosa incertidumbre.
Y si quiero ponerme de
acuerdo con todos,
tendré que llamar a mi
enemiga,
mi señora Piedad, para
que me defienda.
Este soneto se divide en tres
partes. La primera describe los muchos sentimientos que aparecen y cómo se
superponen entre ellos. La segunda refleja la incapacidad de hacer nada al
estar frente a ese amor y la tercera parte hace referencia a la incapacidad de
tomar una decisión respecto a esos sentimientos, y se pide piedad.
[Jordi]
Dante Alighieri
Rima lX
A Guindo Cavalcanti
Me acuerdo perfectamente del día en el que se me ocurrió la magnífica idea de llevar a cabo el que sería el mejor viaje que había hecho durante toda mi vida. Ocurrió
una tarde de verano en la que había salido a pasear por las hermosas y soleadas calles de Florencia. Tenía previsto pasar por delante del mercadillo que, en días como estos, estaba más vivo que nunca. Me encontraba inmerso en mis pensamientos, cuando de repente una voz grave y que me era muy familiar gritó mi nombre. Era mi queridísimo amigo Guido. Hacía un
tiempo que no nos veíamos, así que estuvimos hablando durante mucho rato.
Durante la conversación recordamos viejos tiempos, hasta que Guido me
habló de Lapo, también un viejo amigo. En ese instante se me ocurrió la
idea de hacer la travesía los tres. Siempre nos habíamos llevado muy
bien. Fue entonces cuando le propuse la idea. Subirnos a una embarcación los tres, sin rumbo fijo y creando nuevas vivencias, que, en
un futuro, se convertirían en viejos recuerdos. Sin temer al tiempo ni cualquier mal que pudiera echarnos
atrás. A Guido le entusiasmó la idea, y aún más, cuando le dije que nos llevaríamos a nuestras respectivas esposas, para que nos complaciéramos entre todos y volviéramos a disfrutar la vida como lo hacíamos antaño.
Guido, quisiera que tú y Lapo y yo
fuéramos sorprendidos
por un encantamiento,
nos colocaran en un
barco que los vientos
lo guiasen por el mar
a voluntad tuya y mía,
que ni la fortuna ni
ninguna tempestad
nos lo impidieran de
ninguna forma,
y pudiésemos vivir
siempre en una pasión,
donde crecieran las
ganas de estar juntos.
Y después con Vanna y
Lagia
y con aquella que está
sobre el número treinta
pusiera con nosotros
el buen encantador:
allí hablaríamos
siempre de amor,
y las tres estarían
contentas,
como creo que
estaríamos nosotros.
Este poema está formado por
catorce versos y dos partes. En la primera le hablo de lo magnífico que sería
el viaje. En la segunda le habló de nuestras mujeres y de lo maravilloso que
sería llevarlas con nosotros durante la travesía. La segunda parte empieza en
«Y después con Vanna y Lagia».
[Martina]
Dante Alighieri
Vida Nueva XXVI
Yo yacía en la plaza principal de Florencia, la plaza de la Señoría, el
corazón de la vida social de la ciudad. Permanecía sentado en las escaleras de
la catedral de Santa María del Fiore, observando a los que pasaban y sobretodo
pensando en una mujer a la que admiraba, ella acaparaba todos mis pensamientos,
cuando de repente y por casualidad apareció desde una calle y atravesando la
plaza, me llamó la atención, pero no solo a mi, era tan hermosa que a
cualquiera asombraba, hasta las mujeres la miraban y la envidiaban. Todos
quedaron en silencio, mudos al verla y cuando se alejaba se oían montones de
piropos y halagos. Ella sabía que era hermosa, y aunque fuera de humilde
vestir, a cualquiera dejaba embobado, parecía un ángel caído del cielo, era un
ser con una belleza de otro mundo.
A todos quienes la
ven fascina, esa dulzura que desprende es increíble, es perfecta, pero no se
sabe si esa dulzura y perfección es la misma que se siente cuando ella es tuya
y puedes sentirla más cercanamente.
Y se puede notar
al hablar, con una voz suave y dulce, que tiene un espíritu tranquilo, lleno de
amor y ternura que desprende.
Cuando ella
desapareció de la plaza y se encaminó por el Puente Viejo hacia el río Arno,
cogí la pluma, la mojé en tinta y empecé este soneto:
Tan graciosa y gentil se manifiesta
la amada mía si serena pasa
que las lenguas temblando quedan mudas
y que los ojos ni mirar se atreven.
Ella se aleja, oyéndose alabada
benignamente de humildad vestida
y da la sensación de haber venido
desde el cielo, a manera de un milagro.
Se muestra tan graciosa a quien la mira
que, al verla, nos produce una dulzura
que no la puede entender quien no la prueba.
Y parece que exhale de sus labios
un espíritu suave, de amor lleno,
que el alma va diciéndole: Suspira.
[Rina]
Dante Alighieri
Rima XXV
Una extraña sensación en la
oscuridad me invade desde que me he levantado de la cama. No me deja
atravesarla para alcanzar la luz. Solo colores grises y rojos representan mi
ira y dolor. Mientras trato de rechazar este sentimiento tan frío, puedo
escuchar cómo intentan revivir los latidos de su insensible corazón. Queriendo
darme falsas esperanzas. Solo me engaño. Ésta compasión me lleva al vacío. Hacía
que me la imaginara con un vestido de color blanco, puro como ella, y con un
gran sombrero. Quisiera cambiarle el final al cuento, para no poder derramar
una gota más por ella. Cada día se me hace tan eterno que con solo un minuto
que pasa veo caer todo sobre mí. El tiempo avanza, estoy vacío y no quiero
perder. Algo en mí ya no cree que estés aquí. Todo ello, por un mero accidente
del tiempo. Me niego aceptar su muerte, es demasiado dolor para mi alma. Me
niego a aceptar que ella ya no está aquí. No tolero no sentir su presencia, no
poder ver su dulce cara. Me niego. Nunca encontraré resignación para este gran
dolor que siento. Siempre me dolerá en el alma la pérdida de mi amada.
Un día vino a mí
Melancolía
y dijo: “Quiero estar
contigo un poco”;
y a mí me pareció que
ella traía
por compañía al Dolor
y la Ira.
Y yo le dije: “Aléjate
de mí”;
y como un griego ella
respondió;
y razonando a solas
con mí mismo,
miré y vi al Amor que
se acercaba
con negro manto y con
vestido nuevo,
y un sombrero llevaba
en su cabeza,
y lloraba, en verdad,
amargamente.
Y yo le dije: “¿Qué
quieres, bribón?”
Y me respondió: “Tengo
miedo, pienso,
dulce hermano, que
vuestra amada muere.
[Yohana]
Guido Cavalcanti
Rima XVIII
Esta noche fría meditando desde
la ventana de mi alcoba la gente la disfruta en las plazas como cálida, y a mí las
dudas me matan. La ausencia que me has dejado está acabando con mi pensamiento
desde el día en el que te alejaste. Tenía miedo de escribir algo para ti.
En la mísera soledad me encontraba y solo recuerdo la luz que desprendes, solo
me queda eso, tu recuerdo. Llegué al límite, me estabas llevando a la
desesperación, echando de menos esa dulzura con la que me mirabas, ese deseo
con el que me besabas, y tus carcajadas de donde nacían las hermosas
cascadas...Nació la necesidad en mí de decirte lo que pensaba, antes de que en
la distancia te sumergiras, entonces cogí pluma en tinta y brotaron juntos:
Nadie niegue la pluma
consternada,
la negra tinta, la mano doliente,
las que escribieron dolorosamente
palabras que escuchaste distanciada.
la negra tinta, la mano doliente,
las que escribieron dolorosamente
palabras que escuchaste distanciada.
Preguntarán por qué, desde su nada,
pluma y tinta hablan súbitamente:
mi mano las movió y dice que siente
dudas en mi estación desamparada:
dudas que me destruyen muy despacio,
lentamente a la muerte dan espacio
y a pluma, tinta, mano, su desvío.
En tu silencio una palabra espera
que dice y que no dice que ame o muera
y escribe mi pasión en el vacío.
Este soneto se divide en tres
partes. La primera parte habla de la tristeza principal que me invade al
recordar la ausencia de mi amada. La segunda habla de las dudas que tengo de
nuestro amor y la destrucción que está causando el alejamiento de tu amor; en
la tercera estoy en la espera de tu respuesta y en la incertidumbre de si seré
amado o no. La segunda parte empieza en « Preguntarán por qué»; la
tercera, en «En tu silencio».
[Estel]
Francesco Petrarca
Soneto LXI
Hoy es viernes santo y me muevo
entre la gente que va saliendo de la catedral. De repente los pergaminos, en el
suelo. Levantó la túnica, flexiono las piernas. Justo en el momento, la mirada
de ella se cruza con la mía. Le brillan esos ojos de canela molida recién
esparcida en el bizcocho. Posesión. Esa mirada el alma me absorbe, lentamente
el corazón dejo que la herida abierta sangrara de placer, en el centro de mi
pecho. Agradecí que el recuerdo repetirá una y otra vez su nombre. Ella en los
trazos mandaba como la única responsable de mi existencia y su partida no entra
en mis pensamientos.
Bendito sea el año, el
mes, el día
el tiempo, la estación, la hora, el instante,
el rincón y el lugar en donde ante
sus ojos fue prendida el alma.
bendita la dulcísima porfía
que el Amor me liga como firme amante,
y el arco y la saeta lacerante,
cuya herida le abrió en mi pecho vía.
Bendita sea la voz con que sustento
y siembro el nombre suyo en cualquier parte,
y mi ansia y mi suspiro y mi lamento;
el tiempo, la estación, la hora, el instante,
el rincón y el lugar en donde ante
sus ojos fue prendida el alma.
bendita la dulcísima porfía
que el Amor me liga como firme amante,
y el arco y la saeta lacerante,
cuya herida le abrió en mi pecho vía.
Bendita sea la voz con que sustento
y siembro el nombre suyo en cualquier parte,
y mi ansia y mi suspiro y mi lamento;
y sea bendito todo
cuanto arte
en fama suya doy, y el pensamiento
Que es de ella sin que en él otra haya parte.
en fama suya doy, y el pensamiento
Que es de ella sin que en él otra haya parte.
Este poema está formado por cuatro
estrofas. En la primera el autor quiere agradecer el día y el momento que
conoció a su amada, la primera vez que se fijó en ella. La segunda estrofa
siente cómo la flecha del amor le atraviesa y cómo se enamora y las dos últimas
explican que su pensamiento está invadido por su amada, no puede dejar de
pensar en otra cosa.
[Nesrin]
Francesco Petrarca
Soneto CXXXII
Hace una semana la vi saliendo de
la iglesia. Un bellísimo vestido dorado, llevaba el pelo recogido que le
resaltaba sus ojos azulados. Desde ese instante no dejo de tener alucinaciones
por ella. No me deja dormir, hablar, comer, ni tan siquiera respirar. Por la
calle voy siguiendo mi camino, quiero llegar, estar a salvo. Ella me estará
esperando. Necesito pensar, aclarar mis ideas, pero no aquí. Ah, mi lugar
protegido, ella no está. Me gusta pensar que permanece dentro de mis pensamientos,
que me escucha y me ama. Mis ojos se abren y respiro, respiro el sabor del
dulce río, la fragante hierba. Me duele, me duele el cuerpo, me duele el alma.
No entiendo por qué creo que sentía amor. ¿Entonces por qué duele tanto? Estoy
indeciso, ella me hace temblar como nada en el mundo. La quiero sin mirarla. La
amo sin tenerla.
Los
pájaros hablan entre sí. Yo sumergido en mi paraíso. De repente un dolor como
el de un puñal me atraviesa. Uno de los pajaritos parece estar mirándome. Un
fuerte piar me sobresalta y me dice: «Mísero humano, ¿por qué arrastras tu
tristeza? Si ardes por dentro de amor ¿por qué te lamentas?» Con estas palabras
mi corazón deja de latir. «Aún así —añade— no sabes si tu amor es
correspondido . Ella no se halla en este mundo. Si tanto deseas su afecto,
viaja a su lado y dile estas palabras.» Después de enunciar esas frases marcha
volando. Y con esa incertidumbre en mi cabeza di principio a este soneto que
empieza: «Si no es amor, ¿qué es esto que yo siento?»
Si no es amor, ¿qué es
esto que yo siento?
Mas si es amor, por
Dios, ¿qué cosa es y cuál?
Si es buena, ¿por qué
es áspera y mortal?
Si mala, ¿por qué es
dulce su tormento?
Si ardo por gusto,
¿por qué me lamento?
Si a mi pesar, ¿qué
vale un llanto tal?
Oh! viva muerte, oh
deleitoso mal,
¿por qué puedes en mi,
si no consiento?
Y si consiento, error
grave es quejarme.
Entre contrarios
vientos va mi nave
- que en altamar me
encuentro sin gobierno -
tan leve de saber, de
error tan grave,
que no sé lo que
quiero aconsejarme
y, si tiemblo en
verano, ardo en invierno.
Este soneto se divide en tres
partes. En la primera parte me cuestiono un sentimiento, que al principio creo
que es Amor, pero que me provoca muchas dudas. En el segundo me planteo mi
actitud, entre dos conductas. En la última evoco mis dudas. Destaco el uso de
oxímoros.
[Berta]
Francesco de Petrarca
Soneto CCXCII
Ya no. No está. Esa mujer, la
mujer en que tenía esperanza y ganas de oportunidad. Mi suponer del tratado de
mi angustia y de lo harto que estoy con el ser mismo. Ella. Ella era mi musa a
mi ilustración íntima. Mi escribir era suyo; todo el mérito a este arrebato era
gracias a esos ojos que deslumbraban al caer la oscura noche pero que cegaban a
la luz del día, de esos labios que me incitaba a mordisquear, esas piernas
descubiertas por culpa de su blanco y fino y largo vestido que marcaban sus
perfectas curvas y mi boca abierta, una cinta que recogía y resaltaba su
cabello claro. Pero ya no. No está. Se ha marchado llenando un hoyo de su
persona carnal y vaciando mi corazón y pensamiento. Dejando mancha a seres que
conocía y que ella no sabía que la conocían. ¡Y sin embargo vivo todavía!
Intacto y viviente. Aunque por dentro mi ser miserable no encuentra la forma de
retener el defecto natural del humano, el desconsuelo. Escribo mi
reflexión ante llanto vivo, sin la presencia de la mujer, ahora eternamente. Me
cuestiono el futuro de estos escritos sobre esa mujer, que ahora sin su alma,
no pueden tener sentido alguno. Ahora sigo mi camino asfixiado de daño y dolor.
Sin qué expresar. Ya no. No está Laura. Esa mujer que acabó con mi palabra y mi
sentido.
Sus ojos que canté
amorosamente,
su cuerpo hermoso que
adoré constante,
y que vivir me hiciera
tan distante
de mí mismo, y huyendo
de la gente,
Su cabellera de oro
reluciente,
la risa de su angélico
semblante
que hizo la tierra el
cielo semejante.
¡poco polvo son ya que
nada siente!
¡Y sin embargo vivo
todavía!
A ciegas, sin la
lumbre que amé tanto,
surca mi nave la
extensión vacía…
Aquí termine mi
amoroso canto:
seca la fuente está de
mi alegría,
mi lira yace
convertida en llanto.
Este soneto está divido en dos
partes con final. Empieza a explicar cómo Laura, la mujer le inspira
describiendo su persona: «Ya no. No está.». En segundo lugar empieza en un
«Pero ya no. No está», hablando de lo que siente cuando no está la presencia de
la mujer. «Ya no. No está Laura»: menciona a la última frase a la mujer en el
que le «deja vacío».
[Ruth]
Francesco Petrarca
Soneto CCLXXXI
He decidido ponerme en marcha
hacia mi guarida, mi refugio, mi asilo. Hace tanto que no entablo una
conversación con nadie… ni un solo cruce de palabra con persona alguna. Solo
con mi dolor. Me siento vacío. Tengo ganas de llorar, solo.
He
llegado a mi amado refugio. Estoy llorando, la fina hierba que recubre el suelo
está húmeda. Son mis lágrimas.
No
me gusta que me vean llorar. Siempre he buscado un lugar solitario para
hacerlo, como mi refugio. Allí no hay absolutamente nadie, salvo mi soledad y
yo.
Estoy pensando en ella. Siempre
lo hago, desde que me la arrebataron. Lloro por ella, sufro por ella.
Hay
veces que hasta me la imagino, me parece verla en un río, bañándose; pero
convertida en una hermosa ninfa de los bosques. Está en la orilla, acariciando
su fino cabello, cogiendo agua con una hoja doblada y resistente, echando el
agua sobre su bello cuerpo.
También
la veo caminando, pero ya no como una ninfa, si no como la mujer divina que es
ella. Caminando por los prados llenos de flores, agachándose cada vez que ve
alguna de su gusto. Se las va colocando en su regazo, y las lleva en brazos
como si fuese una criatura pequeña.
Deambula
por el prado. Hasta que llega a mí. Se detiene delante de mí y me observa. Su
mirada es sensible, llena de lástima. Lástima hacia mí. Me mira unos instantes,
y sigue su camino. Observo cómo poco a poco se va alejando de mí. Me quiero
mover. No puedo. Levantarme es imposible. Lo único que consigo hacer es gritar
por ella, por su nombre.
De
repente me despierto, miro a mi alrededor. Estoy solo. Lo único que oigo es a
los pájaros cantar y mi acelerada respiración. Y ¿ella? Ella no está. Ni
siquiera en mis sueños, y mucho menos en mi vida.
Mil veces, hay, en mi refugio amado,
huyendo de mí mismo y
de la gente,
con mi llanto las
hierbas he bañado
y ha roto el aire mi
suspiro ardiente.
Mil veces, receloso,
me he emboscado
entre sombras buscando
con la mente
al placer que la
Muerte me ha quitado,
al que suelo llamar
frecuentemente
Ora en forma de ninfa
o de otra diva
que en el fondo del
Sorga esté morando
y salga a reposar en
una riba,
ora la he visto, por
la hierba andando,
pisar flores como una
mujer viva,
y en su aspecto piedad
de mí mostrando.
Este soneto está dividido en dos
partes. En la primera parte explico cómo una y mil veces hago lo mismo día tras
día. En la primera estrofa de esta primera parte hablo sobre mi refugio.
La segunda estrofa trata sobre ella, cómo la muerte me la ha quitado de mi
lado.
En
la segunda parte, empiezo a explicar el anhelo que siento por volver a verla,
tanto que hasta me la imagino viva. Por último hablo de la pena que ella siente
al verme tan afligido.
[María]
Cecco Angiolieri
Soneto
Aquella noche fue una de las más
largas de mi vida. Con la luz de la luna alumbrando el Río Arno cruzaba el
Ponte Vecchio. Las fiestas de Carnavales convertían la tranquila Florencia en
un paraíso terrenal de fiestas, juegos y diversión. Mientras la ciudad se
encontraba en una época de alegría y jolgorio, yo, en cambio, aborrecía esas
fiestas donde los hombres mediocres pretendían buscar la fama y el divertimento
en bailes y juegos absurdos.
Con
la rabia de un toro contenida en mi interior, conseguí llegar a mi destino: El
Palazzo Davanzati. Mi padre me había citado allí para asistir a una fiesta
aristocrática de Carnaval. Y yo, que no hay nada que odie más que a la gente
noble, excepto a los mediocres, claro está, no pretendía darles la impresión
que se esperaban de uno de los poetas más famosos y buenos de Florencia. Mi
padre me recibió con una extraña alegría, probablemente, para aparentar que era
un buen progenitor, nada más lejos de la realidad. Yo, simplemente, pasé de
largo y fui a buscar a una buena doncella que hiciera enfadar a mi padre y al
día siguiente todos hablarían de cómo Cecco Angioleri deshonró a otra familia
más.
Si fuera fuego,
quemaría el mundo;
si fuera viento, lo
arrasaría;
si fuera agua, lo
ahogaría;
si fuera Dios, lo
hundiría
si fuera papa, estaría
contento;
pues molestaría a
todos los cristianos:
si fuera emperador,
¿sabes qué haría?:
les cortaría la cabeza
a todos.
Si fuera la muerte, buscaría
a mi padre;
si fuera la vida, le
rehuiría:
lo mismo haría con mi
madre.
Si fuera Cecco, como
soy y fui,
tomaría a las mujeres
jóvenes y bellas:
les dejaría a los
demás las viejas y feas.
Este soneto explica mi visión del
mundo; en la primera estrofa cuento qué haría con el mundo si fuera una
catástrofe natural; en la segunda cuento qué pasaría si fuera un hombre
poderoso; en la tercera enseño el destino que merecen mis creadores y por
último, en la cuarta muestro cómo soy y lo que hago a diario.
[Lluis]
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